PROGRAMAS RADIALES - 05 de Febrero 2005

 

La batalla por los símbolos patrios: El himno nacional de la República Dominicana

 

Amigos de “Luz Más Luz” que hoy nos acompañan y a todos los que lo hacen por primera vez:

La cruz y la Biblia, como la palabra dios que hoy se incluye en el escudo dominicano para vergüenza nuestra, fueron impuestas en este escudo por la secta cristiana llamada iglesia católica, como parte de su invariable e intransigente labor, en defensa de los intereses de las clases opresoras de la época de la naciente República Dominicana, que trabajaban, como lo hacen todavía, para vender el país a los colonialistas, en aquel entonces, franceses o españoles, y su inclusión fue la expresión de cómo fueron arrebatándole al negro y mulato criollo cada una de sus conquistas democráticas con la intención del restablecimiento definitivo de la esclavitud. Tan es así, que ese escudo, fue modificado quitándole la biblia y la cruz que originalmente no tenía, durante la guerra llamada de la “Restauración” en contra del invasor colonial español y que reivindicaba el regreso a la libertad de todo el pueblo dominicano sin distinción de raza o de fortuna e independencia de toda potencia extranjera.

Pero los avatares de la iglesia cristiana católica frente a los movimientos por la independencia en América y a favor del esclavismo y el colonialismo, no se redujeron a las escaramuzas producidas en cada país de manera particular. La Santa Sede, como tal de la iglesia cristiana católica, desató una feroz y violenta ofensiva contra todos los movimientos por la independencia y, después, contra todas las nuevas repúblicas americanas. Estas turbulentas relaciones son descritas de manera breve pero muy elocuente por la periodista Mercedes Balech en un artículo publicado en un compendio sobre “El Opus Dei y la restauración católica”, que precisamente tituló: “Las relaciones turbulentas entre la Santa Sede y el Estado argentino”, y en dicho artículo cita dos encíclicas emitidas por la Santa Sede enfrentando y “satanisando” los movimientos revolucionarios independentistas en América y a las repúblicas surgidas de ellos.

Antes de proseguir, se hace necesario recordar, que el actual papa Wojtyla, Juan Pablo II, el que irónicamente todavía (para esta época) sigue vivo por obra de la ciencia y no de su dios pues, lo tienen recluido en un centro de salud donde se pone en práctica la ciencia médica y no en una iglesia o catedral, que es donde se celebran los actos supersticiosos de adoración a su dios, utilizó al Opus Dei como punta de lanza para imponer el fundamentalismo restaurador en la iglesia cristiana católica de Roma, correlativo de los movimientos del fundamentalismo cristiano evangélico e islámico.

 

La iglesia cristiana católica declara heréticos los movimientos por la Independencia en América

 

El artículo de la periodista Balech dice: “En ocasión de las guerras independentistas, la Santa Sede puso en marcha una violenta oposición a través de dos encíclicas, emitidas en 1816 y en 1824. La primera fue expedida en el peor momento de las luchas de independencia, dando posiblemente por segura su derrota. En 1816, cuando iba a reunirse el Congreso de Tucumán, acicateados sus miembros por José de San Martín y Manuel Belgrano en vista a la formal declaración de Independencia argentina, la Santa Sede expide la citada Encíclica condenatoria de 1816.”

“Entre otras consideraciones se expresa en esa encíclica de 1816 lo siguiente: “Y como sea uno de los más hermosos y principales preceptos el que prescribe la sumisión a las autoridades superiores, (recuerden ustedes que se trata de la carta a los romanos I, 13, de Pablo de Tarso, nota nuestra) no dudamos que en las conmociones de esos países que tan amargas han sido para nuestro corazón no habréis cesado de inspirar a vuestra grey el justo y firme odio con que debe mirarles”. En esa línea de defensa del absolutismo y de la política de la Santa Alianza, el Papa llegó a otorgar ciertas rentas eclesiásticas para ayudar a equipar la escuadra que se aparejaba en Cádiz contra Buenos Aires.”

“La segunda encíclica resultó francamente inoportuna, pues ya el triunfo de las nuevas naciones era inevitable y la Batalla de Ayacucho lo consolidaba definitivamente. Dice parte de esa encíclica de 1824: “Como que conocemos muy bien los graves perjuicios que resultan a la religión, cuando desgraciadamente se altera la tranquilidad de los pueblos. En consecuencia, no podemos menos de lamentarnos amargamente, ya observando la impunidad con que corre el desenfreno y la licencia de los malvados; ya al notar cómo se propaga y cunde el contagio de libros y folletos incendiarios, en los que se deprimen, menosprecian e intentan hacer odiosas ambas potestades, eclesiástica y civil, y ya por último viendo salir, a la manera de langostas devastadoras de un tenebroso pozo, esas Juntas (se refiere a las juntas gubernativas como la que se formó el 27 de Febrero de 1844 al ser proclamada la Independencia dominicana y que fueron la forma de gobierno que se dio en casi todos los países de América al momento de ser declaradas la independencia del coloniaje español, nota nuestra) que se forman en la lobreguez de las tinieblas, de las cuales no dudamos en afirmar con San León Papa, que se concretan en ellas como en una inmunda sentina, cuanto hay y ha habido de más sacrílego y blasfemo en todas las sectas heréticas”. Posteriormente tratarían de no difundir esta encíclica, pues de ahí en adelante pasó a ser relevante para la Santa Sede la preparación, en las mejores condiciones para la Iglesia, de las relaciones con los nuevos Estados, tarea que no resultó fácil.”

Y pensar que en la República Dominicana de hoy apareció alguien, cuyo nombre no merece ser recordado, dada su ignorancia supina y perversa, que tuvo la osadía de afirmar que las encíclicas no se equivocan.  ¡Qué les parece a ustedes!, porque a juzgar por estas dos, el dogma ese de la infalibilidad queda muy, pero muy mal parado.

Es evidente que estas encíclicas no fueron escritas para el caso particular de Argentina, por lo que nadie puede negar hoy que haya sido una muy justa decisión del fundador de la República de Haití, Jean Jacques Dessalines de haber arrancado el color blanco de la bandera tricolor francesa, en aquel histórico acto en 1804 cuando proclamara la Independencia de este país, la primera proclamación de independencia que se hiciera en América, por representar, ese color blanco, la esclavitud, el absolutismo real y el clericalismo de la iglesia católica. Como nadie puede negar, tampoco, que la introducción del color blanco en forma de cruz en la bandera dominicana, represente la tentativa de los hijos de padres esclavistas y colonialistas españoles en restablecer los viejos privilegios alcanzados durante la era del colonialismo español con esa santísima cruz blanca. Y nadie puede negar hoy, que esa cruz, durante siglos, no ha sido factor de armonía ni de fraternidad entre blancos y negros en la colonia española de Santo Domingo, sino todo lo contrario.

Aún después de la fundación de la República Dominicana, esa cruz presidió los fusilamientos de los negros patriotas, de María Trinidad Sánchez y Francisco del Rosario Sánchez, Gabino y José Joaquín Puello y otros más. Y si algo le ha quedado claro a los pueblos del mundo en su lucha en los últimos 200 años, ha sido que la lucha contra la opresión colonial, contra el racismo, contra la explotación capitalista, contra el imperialismo, ha tenido que enfrentar adversarios, que en defensa de estas oprobiosas pretensiones, han levantado como estandarte la cruz del cristianismo.

 

Sobre la amoralidad de las religiones

 

Sobre los negocios de la iglesia cristiana católica como consorcio imperio capitalista y como agencia política a favor, hoy, del neoliberalismo y la globalización como lo ha sido siempre de la esclavitud y de todo tipo de vasallaje y colonialismo, y para que se vea que no se trata de una opinión muy particular nuestra, le vamos a citar, a manera de ejemplo, el juicio, dentro de los miles y miles que se podrían citar, de un reconocido escritor inglés llamado David Yallop, famoso por su libro “En nombre de dios”, en donde este autor señala que el papa Juan Pablo I, el antecesor del actual Juan Pablo II, no murió de muerte natural como dijera el Vaticano, sino que fue asesinado. Yallop en ese libro denuncia que se canalizó en la década de los 80 del siglo XX, del siglo pasado, de manera secreta e ilegal desde el Vaticano hasta la organización política anticomunista polaca llamada Solidaridad, dirigida por Lech Walesa, una cantidad de dinero tal que superó en mucho los 100 millones de dólares, para sufragar las actividades de esta organización, opinando Yallop, que si bien las personas que sintieran una fuerte simpatía por Solidaridad probablemente aprobaron esta actitud, eso en nada soslaya el hecho, de que interferir en los asuntos de otro país es crear un peligroso precedente, donde el hecho de jugar a ser dios, aunque se trate del papa, dice Yallop, en este caso se refería al que todavía hoy lo es, Karol Wojtyla que es el nombre de Juan Pablo II, es ilegal además de hipócrita, en el sentido de que, en tanto Karol Wojtyla regañaba públicamente a los curas sandinistas por inmiscuirse supuestamente en la política de Nicaragua porque apoyaban, en ese país centroamericano, a la llamada revolución sandinista a la que se acusaba de comunista, él, Wojtyla, se inmiscuía costeando de manera millonaria, en la política polaca a favor de los sectores anticomunista. Estas opiniones son lo suficientemente elocuentes por sí mismas. ¿Se han detenido ustedes a pensar en esto?

Se lo haya propuesto o no, Yallop, deja bien claro una cosa, el objeto, entiéndase el propósito, la finalidad de la religión ritual y dogmática, como lo es toda religión, está muy, pero muy alejado del objeto o la finalidad de la moral, es muy distinto. A la religión le importa poco que el hombre que la profese sea bueno o malo, sea o no virtuoso, respete o no la ley, siempre y cuando esté sometido a ella (a la religión), adore a su dios y le dedique ofrendas. Por eso la religión es amoral, es decir, no tiene moral. Fíjese que decimos con precisión la palabra amoral, no estamos diciendo inmoral, porque inmoral es lo que transgrede, quebranta, la moralidad que se tiene previamente. Pero amoral significa que no tiene moral. La religión no tiene moral porque para la religión sólo es válido lo que tiene que ver con la adoración de su dios que es su negocio particular, lo que está contrapuesto diametralmente a la moral social, fundamentada en el interés de los miembros de la sociedad humana y que cuenta con las sanciones aplicadas por esta sociedad cuando se violan los intereses de los miembros de la misma, que son los seres humanos que conforman esta sociedad.

 

El Himno Nacional de la República Dominicana y las adulteraciones del oscurantismo religioso feudal y la opresión nacional de los símbolos patrios

 

Pero donde la batalla por los símbolos patrios dominicanos ha dejado claramente el sello de las fuerzas opuestas al oscurantismo religioso feudal y a la opresión nacional de las potencias colonialistas y expansionistas sin que estas fuerzas hayan podido adulterarlo en su esencia, es en el actual himno nacional, escrito por Emilio Prud’homme en 1843, quien respondió a la solicitud que en tal sentido le formulara el que luego compusiera su música, el maestro José Reyes.

En este himno, en todas sus estrofas, queda establecido que sólo el pueblo quisqueyano, óigase bien, quisqueyano, es el artífice de su libertad y su Independencia. Todo ese arsenal de disparates oscurantistas religiosos, como lo de dios, la virgen, los milagros, el todo poderoso, etc., son dejados en el zafacón de la historia, no se les menciona. Veamos:

“!Quisqueyanos! valientes alcemos

nuestro canto con viva emoción,

y del mundo a la faz ostentemos

nuestro invicto, glorioso pendón.

 

¡Salve! el pueblo que, intrépido y fuerte,

a la guerra a morir se lanzó,

cuando en bélico reto de muerte

sus cadenas de esclavo rompió.

 

Obsérvese, que dice la poesía patria, que es el pueblo el que rompe las cadenas, no ningún redentor supremo, ni rey, ni dios. Y nótese que Emilio Prud’homme llama a los dominicanos quisqueyanos, ¿sabe por qué? Más que nada, rompiendo con el convencionalismo de llamar a los nacionales dominicanos por ese patronímico, que por su condición clerical católica aludiendo al tal Santo Domingo de Guzmán, Emilio Prud’homme rechaza, y adopta, entonces, el nombre de Quisqueya y de quisqueyanos para designar a los habitantes de la antigua colonia española de la isla de Santo Domingo y saldar cuentas con el viejo colonialismo español. Con esto deja reivindicado Emilio Prud’homme uno de los nombres que se dice la exterminada raza indígena utilizaba para designar a esta isla, y al mismo tiempo reivindicar en el pueblo, que se libera del yugo español, no su origen hispánico por la lengua, raza, costumbres, creencias, etc., sino su origen de pueblo continuador de las valientes luchas por la libertad de la raza indígena.

 

Ningún pueblo ser libre merece

si es esclavo, indolente y servil;

si en su pecho la llama no crece

que templó el heroísmo viril.

 

Mas, Quisqueya, la indómita y brava

siempre altiva su frente alzará;

que si fuere mil veces esclava

otras tantas ser libre sabrá.

 

No es de extrañar, que la propuesta de Himno Nacional de Emilio Prud’homme como símbolo patrio, en el 1883, no sólo que ganó el concurso nacional celebrado para escoger la canción patria que representaría a los dominicanos, pues hasta ese momento lo que se usaba como tal era la Marsellesa francesa, sino, que la iglesia cristiana católica, a través de los monseñores Nouel y Meriño apoyándose en déspotas sanguinarios como Ulises Heraux (Lilís), trató de impedir que se oficializara con carácter obligatorio. Finalmente, en 1933, el gobierno del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina, se vio en la obligación de reconocerlo como Himno oficial de la República Dominicana, pero mutilándolo hasta dejarlo sólo en las 4 primeras estrofas, cuando el himno original tiene 12 estrofas.

Quizás muchos dominicanos no conozcan estas estrofas mutiladas de su Himno Nacional que dicen así:

 

Que si dolo y ardid la expusieron

De un intruso señor al desdén,

¡Las Carreras!, ¡Beler! … campos fueron

que cubiertos de gloria se ven.

 

Que en la cima del heroico baluarte

de los libres el verbo encarnó,

donde el genio de Sánchez y Duarte

a ser libre o morir enseñó.

 

Obsérvese que Emilio Prud’homme destaca la figura de Sánchez como cimera en la lucha por la Independencia de la República Dominicana contra los haitianos y como nación libre e independiente de toda potencia extranjera, incluso por encima de Duarte. Sánchez fue sin lugar a dudas el líder que representaba dentro del frente patriótico por la Independencia, los intereses y anhelos de la gran masa de negros esclavos y mulatos criollos que conformaban, y aún conforman, la mayoría de la población dominicana. Y así lo demostró al comportarse como el más decidido de todos los líderes de ese frente patriótico. Colocar a Duarte, el representante de los criollos hijos de esclavistas españoles por encima de Sánchez es una manipulación más de las que han perpetrado los grupos explotadores, como esas otras de la cruz, la biblia y la palabra dios en el escudo, en su afán de arrebatarle a la población trabajadora las conquistas democráticas republicanas, manipulación que se ha perpetrado, básicamente, a través del brazo político-ideológico de esos sectores en este país, como lo ha sido en casi todos los países de Latinoamérica, que no es otro, que la iglesia cristiana católica, por lo que muchos entendidos consideran al Estado dominicano como un Estado teocrático al ser oficializada esta condición de la iglesia cristiana católica mediante un Concordato firmado por el dictador Trujillo y el papa de Hitler Pío XII en representación del Vaticano, vigente todavía a pesar de ser ilegal, ilegítimo e inconstitucional.

 

Y si pudo inconsulto caudillo

de esas glorias el brillo empañar

de la guerra se vio en Capotillo

la bandera de fuego ondear.

 

El inconsulto caudillo a que se hace referencia en estos versos es a Pedro Santana quien formaba parte del frente patriótico por la Independencia pero con el propósito de lograr la separación de Haití para entregar el país a una potencia colonialista esclavista, fuera Francia o España, que impusiera el esclavismo, propósito que terminó alcanzando al anexar, en el año de 1861 a la España colonialista negrera la naciente República.

 

Y el incendio que atónito deja

de Castilla al soberbio león,

de las playas gloriosas le aleja

donde flota el cruzado pendón.

 

¡Compatriotas!, mostremos erguida

nuestra frente, orgullosos de hoy más;

que Quisqueya será destruida

pero sierva de nuevo, ¡jamás!

 

Que es santuario de amor cada pecho

do la patria se siente vivir,

y es su escudo invencible, el derecho;

y es su lema: ser libre o morir.

 

¿Por qué la amputación de las lecciones de educación política de enorme significado, concentradas en esas estrofas que hoy no se cantan del Himno Nacional dominicano, de enorme significado para el futuro histórico como son esos versos que dicen “y es su escudo invencible el derecho; y es su lema ser libre o morir”? Y la respuesta a esta preguntan está contenida en otra pregunta, ¿Puede la dictadura de las clases explotadoras, aún las más democráticas, postradas todas a los intereses antinacionales extranjeros, de ayer y de hoy, inculcar en la población oprimida un tema o consigna de esta naturaleza sin verse expuesta a continuas sublevaciones? La democracia burguesa, recordemos, no es más que la proclamación de un conjunto de derechos cuya realización dentro del marco del capitalismo es tan sólo condicional y precaria.

La amputación de estos versos, por tanto, no fue un capricho del tirano sanguinario Trujillo, ni una necesidad estética, artística, para no alargar y hacer aburrido el Himno Nacional escrito por Emilio Prud’homme. Jamás debemos olvidar que en la sociedad de clases todo arte es reflejo de una línea política de clase. Este himno correspondía al arte y literatura de la burguesía dominicana en una fase histórica ascendente, revolucionaria, en la cual era capaz de expresar frente a las potencias coloniales imperialistas las más audaces consignas para unificar a toda la nación. Pero ya, en 1933, se trataba de una intelectualidad adocenada, prestas a las componendas con el dictador Trujillo y con la misma iglesia cristiana católica y el imperialismo norteamericano.

Las dos últimas estrofas del Himno Nacional dominicano o quisqueyano son las siguientes:

 

¡Libertad! que aún se yergue serena

la Victoria en su carro triunfal,

y el clarín de la guerra aún resuena

pregonando su gloria inmortal.

 

¡Libertad! que los ecos se agiten

mientras llenos de noble ansiedad

nuestros campos de gloria repiten

¡Libertad!, ¡Libertad!, ¡Libertad!

 

Pero hoy, los que orquestan desde la cúspide de las clases dominantes y desde sus círculos, que operan como su estado mayor, como sería la iglesia cristiana católica, en medio de su orgía de saquear y depredar la nación dominicana, dicen que los símbolos patrios, los adulterados y falsificados que se nos imponen en la actualidad, como la bandera y el escudo, deben ser venerados, honrados y exaltados. Dicen que encarnan la nación dominicana y llegan a hacer creer que esos símbolos falsificados, verdaderos cascarones vacíos, son los genuinos y originales, cuando los testimonios históricos muestran otra cosa muy distinta contrapuesta a los siniestros fines que tratan desesperadamente seguir ocultando.

Y estos símbolos huecos, que sólo sirven para encubrir las impudicias de los desvergonzados que siempre han conspirado sin haber sido castigados como se merecen, pues la bandera original de la Independencia que identifica, por ejemplo, a Francisco del Rosario Sánchez y a María Trinidad Sánchez no tenía el infame símbolo de la cruz cristiana, como tampoco tenía la supersticiosa y retardataria inscripción, hipócrita y hueca de dios, patria y libertad, como tampoco aparecía en la bandera ese amasijo de ignominia y opresión para la santificación y sublimación como sagrado, santo o divino a la esclavitud, a la explotación y a la opresión bajo la ignominia del oscurantismo, como es la biblia cristiana, llegará el momento en que serán reivindicados por los reales símbolos que representan la lucha del pueblo dominicano, ayer y hoy, por la libertad y la democracia, bajo el signo de la independencia, que haga posible en el país el ejercicio de la autodeterminación del pueblo dominicano y la soberanía nacional.


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