PROGRAMAS RADIALES - 8 de Enero 2006

02 - 08-01-06 luz+luz

 

Tiempo e historia

 

Cómo el hombre comenzó a medir el tiempo, de eso hablaremos algunas cosas hoy en este programa si nos da el tiempo, pero también en otros sucesivos. Pero ahora, queremos destacar, ahora que iniciamos un nuevo año y pasamos balance y hacemos planes, queremos hacer referencia a una manera creada por el hombre de recoger, almacenar e interpretar las experiencias obtenidas en el transcurrir del tiempo, tanto en la práctica de la producción de los medios de subsistencia, como en la práctica social que son las relaciones sociales que establecen las agrupaciones humanas para lograr producir los medios de subsistencia, así como en la experimentación científica, organizando estas experiencias precisamente en el transcurrir del tiempo, es decir en el orden dado por la sucesión de los hechos y fenómenos según se producen, que es a lo que se ha dado en llamar historia. Por eso de acuerdo al tipo particular de práctica podemos hablar de historia de la filosofía, historia de las ciencias, historia universal, historia de la humanidad, historia de las culturas, historia del arte, historia de la medicina, historia del derecho, historia de las religiones, etc.

Pero el objetivo de la historia, como serio esfuerzo por entender la vida del hombre, no se cumple por completo con el mero relato de los acontecimientos en un orden sucesivo. Esto sólo constituye los cimientos sobre los que se elabora la interpretación histórica. El proceso de interpretación afecta a todos los aspectos de la investigación histórica, desde su inicio, con la selección del tema que se pretende estudiar, porque la elección de un hecho, una sociedad o institución particular es en sí misma un juicio que manifiesta la importancia de la cuestión para quien lo elige en función de los intereses o conciencia de clase que represente, hasta, una vez elegido el objeto de estudio sugerir una hipótesis o modelo teórico provisional como guía de la investigación que es lo que ayuda al historiador a valorar y clasificar los testimonios disponibles y a presentar un relato detallado y coherente del elemento analizado. El historiador debe respetar los hechos, ante todo, evitar la ignorancia y los errores cuanto sea posible y aportar una interpretación convincente e intelectualmente satisfactoria.

Antes de que el hombre, entendido el hombre como los hombres, como la sociedad humana, tomara conciencia de que hacía y hace la historia, ya el hombre se había relacionado con el tiempo, con esta magnitud del mundo material, del mundo físico, como llaman los idealistas y los religiosos a la materia para no admitir que el mundo es materia y que ésta existe independientemente de que pensemos en ella o no, igual  a como los empiristas ingleses se llamaron a sí mismos empiristas para no decirse materialistas; y el hombre comenzó a aproximarse al tiempo, tratando de medirlo, tomando como base para su medida el movimiento aparente del Sol en el cielo. El tiempo, debe saberse, es inseparable de la materia como lo es el espacio y el movimiento.

Todavía hoy, en cualquier punto del planeta, cuando el Sol alcanza el punto más alto en el cielo durante ese día, es mediodía. La línea en dirección Norte-Sur que pasa por el cielo en ese punto se denomina meridiano. El intervalo entre pasos sucesivos del Sol por el mismo meridiano es un día, que por convenio se divide en 24 horas. Sin embargo, según el tiempo solar la longitud del día no es la misma a lo largo del año debido a las variaciones del movimiento aparente del Sol. La diferencia de duración de las 24 horas de un día en las distintas estaciones puede llegar a ser hasta de 16 minutos. Con la invención de relojes de precisión en el siglo XVII, estas diferencias empezaron a ser significativas. Por ello se inventó el tiempo solar medio, basado en un sol imaginario que se desplaza de forma uniforme durante todo el año.

El horario oficial, basado en el tiempo solar medio, fue introducido en 1883 por acuerdo internacional para evitar complicaciones en los horarios de trenes, por ejemplo, cuando cada comunidad empleaba su propia hora solar. Se dividió, entonces, la Tierra en 24 husos horarios, partiendo del meridiano de longitud cero, que pasa por el Real Observatorio de Greenwich, en el Sur de Inglaterra; los husos se numeraron según su distancia al Este o al Oeste de Greenwich. Se acordó también en esa oportunidad,  que dentro de cada huso horario todos los relojes deben marcar la misma hora, y entre un huso y el siguiente hay una diferencia de una hora. En el modelo científico en el que se basan los husos horarios, cada huso abarca 15° de longitud; sin embargo, los límites de los husos han tenido que ser adaptados a las fronteras internacionales (o a los límites regionales en países extensos) para facilitar las actividades comerciales. En navegación, los relojes se sincronizan frecuentemente con la hora local de Greenwich, denominada GMT por sus siglas en inglés. Los astrónomos usan esencialmente el mismo sistema, aunque lo denominan UTC (siglas en inglés de Coordenadas Temporales Universales).

Hasta 1955, el patrón científico del tiempo, el segundo, se basaba en el periodo de rotación terrestre, y se definía como 1/86,400 del día solar medio. Pero cuando se comprobó que la velocidad de rotación de la Tierra, además de ser irregular, estaba decreciendo gradualmente, se hizo necesario redefinir el segundo. En 1955, la Unión Astronómica Internacional definió de nuevo el segundo como una fracción del año solar en curso el 31 de diciembre de 1899, fracción obtenida con mayor precisión. El Comité Internacional de Pesas y Medidas adoptó esa nueva definición el año siguiente.

Con la introducción de los relojes atómicos —en particular, con la construcción de un reloj atómico de haz de cesio de alta precisión, en 1955— se hizo posible una medida más precisa del tiempo. El reloj atómico mencionado utiliza la frecuencia de una línea espectral producida por el átomo de cesio 133. En 1967, la medida del segundo en el Sistema Internacional de Unidades se definió oficialmente como la duración de 9, 192, 631, 770 periodos de la radiación correspondiente a la transición entre dos niveles hiperfinos del estado fundamental del átomo de cesio 133.


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