PROGRAMAS RADIALES - 24 de Marzo 2007

24-03-07 Luz+Luz

 

La Internacional Comunista, la Iglesia Católica y el triste papel de los intelectuales engominados como el tal Luis Brea Franco

 

Hemos ya formulado de manera categórica que la cronología sobre los acontecimientos históricos más relevantes de la década de los años ’60 del siglo XIX en Europa, hecha por uno de esos especímenes despreciables de la fauna criolla de los que se dicen ser intelectuales e historiadores, el llamado Luís O. Brea Franco, no era más que una sarta de groseras y unilaterales como interesadas tergiversaciones históricas, hechas, por cierto, con una superficialidad que, no dizque deja entrever, sino que grita a voz en cuello la pobre ilustración real del autor a pesar de lecturas efectuadas por él, pues ni originalidad tiene, y más bien se desenvuelve como perro amaestrado que hace lo que su amo le ordena: repetir y repetir mentiras, hacer adulteraciones una y otra vez, o si no, manipular, callando u omitiendo, lo que en realidad sucedió para hacer creer que no sucedió; estilo tan típico de la Iglesia Católica y el cristianismo en general como de las agencias de espionaje tipo CIA norteamericana, y, de esta manera, hacer pasar las manipulaciones como verdades dogmáticas para que queden las mismas aceptadas como cuestiones valederas, como lo ha hecho la Iglesia Católica con el tal cristo o con el llamado Juan Pablo Duarte en nuestro país, por ejemplo. ¿Acaso, no es por estos trillos que siempre han transitado los Brea Franco a causa de los espurios fines a los que está adherido él igual que su hermana, Ramonina Brea Franco, y el esposo de ésta, el pusilánime hombre babosa Diógenes Céspedes? Interesante y perspicaz preguntita, ¿verdad?

El desconocer la conquista formidable del pensamiento científico que ha venido a ser el materialismo histórico, la ciencia de la historia, descubierto por Marx y Engels y por la que, desde entonces, el caos y la arbitrariedad que imperaban en las opiniones sobre la historia y la política cedieron su puesto a una teoría científica, es el fin último de esta afrenta en contra de la objetividad de los hechos históricos, en particular de esa década del siglo XIX, que fueron diez años de auge en la historia del movimiento obrero internacional en Europa y los EE. UU. Porque, desde el mismo momento, y de eso sí que ni a ellos mismos les cabe la menor duda, que Marx y Engels descubren y obsequian al mundo con una joya como ésta, un instrumental insustituible, el materialismo histórico, el marxismo, que se convirtió en un fantasma que no les deja conciliar el sueño, desde entonces, a los círculos, estamentos e instituciones como la Iglesia Católica, así como a las clases que en el orden económico-social subsisten a expensas de la opresión colonial y neocolonial imperio-capitalista, como de la explotación, la expoliación y el saqueo de nuestros pueblos y naciones del mundo, desde entonces, sufren de pesadillas y neurosis obsesiva, y sigue siendo así hasta hoy en día; aunque hace unos diez años estos círculos, estamentos de clases e instituciones, declararon muerto el marxismo (como si la ciencia pudiera ser declarada muerta), y proclamaron el fin de la historia (como si la historia pudiera llegar a su fin sin extinguirse las sociedades humanas), lo que confirma que ellos no han dejado ni dejarán jamás de conspirar en contra del marxismo.  

Y no es para menos, porque lo fundamental de la doctrina de Marx no ha sido que explica científicamente los hechos políticos e históricos, demostrando que los mismos no son el resultado de la voluntad de unos cuantos hombres elegidos, superdotados, de elites, o de héroes, ni de la voluntad de dios, o cualquier otro tipo de divinidad fantástica, sino que Marx y Engels, descubriendo las leyes objetivas que están por encima de toda voluntad individual o de grupo, que rigen el movimiento y expresan el desarrollo social, demostrando que la sociedad puede ser transformada, que el capitalismo no es eterno, como no lo fue el esclavismo, ni el feudalismo, a pesar de que sus representantes, como la Iglesia Católica y el cristianismo, así lo profetizaba, y que el capitalismo sucumbirá inevitablemente dando paso al socialismo como régimen económico social, que, a diferencia de todos los anteriores, no se sustenta en la explotación del hombre por el hombre; porque el llamado a crear esta sociedad socialista lo es el proletariado junto a todos los estamentos trabajadores de la sociedad, todo lo que, posteriormente, quedó demostrado con la fundación del primer Estado socialista tras la revolución bolchevique o proletaria de octubre de 1917 en Rusia, Estado socialista que dirigió una federación de naciones socialistas que se conoció por el nombre de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y sus siglas URSS.

Federico Engels, en el prefacio de la primera edición de su obra “Dialéctica de la Naturaleza” escribió: “la humanidad está en la alternativa inexorable de derrotar y enterrar al capitalismo, o en caso contrario, el capitalismo acabará por hacer desaparecer a la humanidad de la faz del planeta Tierra.” Esto lo escribió Engels por lo menos 4 décadas antes que algo parecido expresara Rosa Luxemburgo ocultando la fuente original.

El triunfo teórico del marxismo fue tan contundente, como lo sigue siendo ahora, que obligó a sus enemigos a disfrazarse de marxistas, y es así como el oportunismo socialista, disfrazado de marxismo, terminó convirtiendo a la URSS en social-imperialismo, es decir, socialista de palabra pero imperialismo de hecho, y terminó así convertida, por los enemigos del marxismo y del proletariado, en una potencia imperio-capitalista, y que, como tal, en la rabiosa carrera de armamentos y de reparto de las áreas de influencia y saqueo del mundo que impone la política imperio capitalista, terminó siendo relativamente derrotada por el imperio-capitalismo de los EE.UU.

Por eso, ese entierro del marxismo y lo del fin de la historia fue un entierro sin muerto, y por eso encontramos en este rincón del mundo, que es nuestro país, en esta aldea con luces de neón, a un presuntuoso mercenario llamado Luís Brea Franco haciendo el ridículo con deslucidas piruetas, haciendo gala de hostilidad y odio al marxismo, en reflejo de que, en realidad, éste sigue pautando, para la angustia de esa clase de personajes, el destino de los acontecimientos históricos.

Este Brea Franco, que es uno de esos que desde que dejó de usar pañales se convirtió en un socialcristiano, igual que su hermana Ramonina Brea Franco, ha querido pasar de contrabando su apologética socialcristiana, doctrina social de la Iglesia Católica, en contra del marxismo, y ése y no otro fue el papel de Mijaíl Bakunin en la época de Marx y Engels y la Primera Internacional. Y ese sujeto hoy, a pesar de referirse en su cronología a los acontecimientos más importantes del año 1864, ni siquiera de pasada menciona que fue en ese año cuando se fundó la primera organización proletaria internacional, la Asociación Internacional de Trabajadores, mejor conocida como la Primera Internacional, que alcanza el más importante paso dado hasta ese momento hacia la creación del partido proletario, paso que se efectuó el 28 de septiembre de 1864 en un gran mitin celebrado en Londres preparado por la labor de Marx y Engels en pro de la cohesión y la organización de los elementos revolucionarios del movimiento obrero internacional.

Carlos Marx fue elegido miembro del Consejo General provisional de la Internacional y se convirtió en la figura predominante en el seno de la Internacional y redactó sus estatutos. Marx, jefe del movimiento proletario internacional, bregaba para que la lucha práctica de la Primera Internacional estuviera a la altura de la teoría revolucionaria del socialismo científico. Por eso Marx y Engels sostuvieron una lucha implacable contra todos los intentos oportunistas como los del anarquista Mijáil Bakuin, que buscaban desde entonces, desviar el movimiento obrero de las posiciones revolucionarias, y al mismo tiempo Marx desplegaba una inmensa labor organizativa, en una palabra, ejercía la dirección, no sólo teórica, sino organizativa y de las acciones concretas de la Primera Internacional.

En el manifiesto de constitución de la Primera Internacional redactado por Marx, éste demostraba que el crecimiento de la riqueza social y los progresos de la industria en el capitalismo no eliminan la miseria de la clase obrera sino que la incrementa en términos no sólo relativos sino absolutos, que la situación de la clase obrera no mejora sino que empeora bajo el capitalismo y que la clase obrera  bajo este régimen, está oprimida tanto económica como políticamente y espiritualmente, siendo la finalidad de este manifiesto demostrar la inevitabilidad de la destrucción de la propiedad privada sobre los medios de producción como única vía para lograr la emancipación social, por lo que se hacía necesario construir un partido proletario para la conquista revolucionaria del poder, y termina este manifiesto con el grito de combate del proletariado mundial: ¡Proletarios de todos los países del mundo, uníos!

En la parte programática de este manifiesto se plantean como conclusiones fundamentales, que la emancipación de los obreros debe ser obra de los propios obreros, se señala que la dependencia económica del obrero del dueño de los medios de producción es la causa fundamental de la esclavización de los obreros, declarando la emancipación económica de la clase obrera como el gran objetivo y, al movimiento político, el medio para obtener la emancipación económica.

Este manifiesto de la Primera Internacional, junto con el Manifiesto del Partido Comunista, publicado en 1848, formaron la base de todos los posteriores programas de los partidos proletarios revolucionarios.

Pero, para el tal Brea Franco, en ese año de 1864 sólo cabía destacar que el papa Pío IX publica la encíclica “Quanta Cura”, que viene acompañada del “Silabus”, y ni siquiera porque señala que la “Quanta Cura”, fue elaborada para condenar lo que llama las nuevas doctrinas que trae la modernidad “para destruir el sosiego de la humanidad y el cristianismo”, en la que se postula que la libertad de prensa y los derechos humanos son invocaciones y creaciones satánicas y del diablo; es capaz de reconocer el importante desarrollo alcanzado por el movimiento obrero internacional europeo en ese momento, que tuvo, entre sus tantas manifestaciones destacadas, la creación de la primera organización obrera internacional, no sólo de carácter económico sino también político, la Primera Internacional, que llegó a reunir unos 25.000 miembros, dirigió casi todo el movimiento de huelgas y protestas políticas de la clase obrera europea en esa década, provocando, sin lugar a dudas, gran inquietud en los círculos políticos de la derecha europea.

Incluso, el papa Pío IX elabora tal encíclica inquisitorial, la “Quanta Cura” y su “Silabus” o lista de libros prohibidos, ya derrotado y confinado a las paredes del palacio Vaticano como basura medieval producida en plena era del capitalismo floreciente, con el avieso propósito de ofrecerle a la reacción mundial la oportunidad de que se resarciera, en medio de la profunda crisis en que se encontraba hundida, a través de unificarse en torno a esta cruzada inquisitorial anti-obrera y antimarxista, y, de paso, hacerles ver que no debían descartar del todo a su Iglesia Católica y al papado que podía seguir jugando un importante papel a favor de la reacción mundial, porque éste y no otro fue el fin de la “Quanta Cura”, la primera cruzada anticomunista internacional de la historia.

 

La Internacional: el himno del proletariado mundial

 

El himno oficial de los trabajadores del mundo entero y de la mayoría de los partidos comunistas y socialistas se conoce con el nombre de “La Internacional”, que es la más famosa canción del movimiento obrero. La letra original, en francés, es de Eugène Pottier, y fue escrita en 1871, dentro de su obra “Cantos Revolucionarios” que escribiera durante el gobierno de la Comuna de París. En 1888, Pierre Degeyter la musicalizó. A Pierre Degeyter, que ya tenía una buena reputación de compositor, se le encarga musicalizar los versos escritos por Pottier en 1871, indicándole que hiciera algo de ritmo vivo y arrebatador, y con la única ayuda de un simple armonio, musicalizó el canto de Pottier, La Internacional, en sólo tres días, y después de comentarla con los compañeros de trabajo y de hacer pequeñas modificaciones, la entregó.

Eugène Pottier fue un revolucionario francés que en la revolución del 1848 en Francia tomó parte activa en los enfrentamientos entre los obreros y trabajadores con los monárquicos. En 1867 funda la “Cámara Sindical de Talleres de Dibujantes” y se afilia a la primera Internacional dirigida por Marx.

En 1870, firma el Manifiesto de los Internacionales Parisinos en el que se pide a los socialistas alemanes que se opongan a la guerra; es nombrado brigada de un batallón de la Guardia Nacional y delegado ante el Comité Central durante el sitio de París. En la Comuna de París, en 1871, es elegido por la Comuna, con 3.352 votos de un total de 3.600, en el distrito 11, como representante republicano de 20 barrios parisinos.

La Comuna de París fue un gran movimiento revolucionario en el que los trabajadores de París reemplazaron el Estado capitalista burgués por sus propios órganos de gobierno y mantuvieron el poder político, demostrando que era posible reorganizar la sociedad sobre bases completamente diferentes a las capitalistas y bajo el control de los obreros, por lo que se dice que encarnó, en forma aún no desarrollada, el primer Estado de la clase obrera o dictadura del proletariado, que después en forma desarrollada y superior se instalaría en Rusia, en el primer país socialista del mundo, bajo la dirección del Partido Bolchevique de Lenin y Stalin.

Pottier luchó en las barricadas valientemente como lo hicieron hombres, mujeres y niños en defensa de la Comuna. Logra escapar de la "Semana Sangrienta" (22-28 de mayo de 1871) donde fueron reprimidos salvajemente y ejecutados en masa los comuneros, crimen sin precedentes aún hoy en los anales de la historia criminal de la burguesía y el capitalismo. En 1879 se concede una amnistía por la cual vuelve a Francia y reanuda sus actividades políticas, creó el Partido Obrero Francés y colaboró en el periódico "El Socialista" junto con Paul Lafargue. En 1887 moría en París. Su entierro, al que acudieron miles de trabajadores, se convirtió en una manifestación popular y se produjeron actos violentos. El carro fúnebre llevaba la orla roja de miembro de la Comuna, y fue durante los días de la lucha en defensa de la Comuna, cuando escribió la obra Cantos Revolucionarios entre los cuales Pierre Degeyter, en 1888, encontró el texto de La Internacional, himno del movimiento obrero mundial.

Arriba los pobres del mundo/ De pie los esclavos sin pan/ y gritemos todos unidos:/ ¡Viva la Internacional!

Estos versos constituyen la primera estrofa de La Internacional, este canto revolucionario de la clase obrera, y continúa:

Removamos todas las trabas/ que oprimen al proletario, / cambiemos el mundo de faz / hundiendo al imperio burgués.

No más salvadores supremos, / Ni César, ni burgués, ni dios / Que nosotros mismos haremos / Nuestra propia redención./ Donde tienen los proletarios / El disfrute de su bien / Tenemos que ser los obreros/ Los que guiemos el tren./El día que el triunfo alcancemos /ni esclavos ni dueños habrá, / los odios que al mundo envenenan / al punto se extinguirán. / El hombre del hombre es hermano / Cese la desigualdad / la Tierra será el paraíso, / patria de la Humanidad.

Terminando con el estribillo:

Agrupémonos todos, / en la lucha final, / y se alcen los pueblos con valor / por ¡La Internacional!

 

Marx, jefe del movimiento internacional del proletariado, Bakunin aislado propiciador del anarquismo

 

Marx, jefe del movimiento proletario internacional de la década del 60 del siglo XIX, no sólo bregó para que la lucha práctica de la Primera Internacional estuviera a la altura de la teoría revolucionaria del socialismo científico, sino que, junto a Engels, sostuvo una lucha implacable contra todos los intentos oportunistas de desviar el movimiento obrero de las posiciones revolucionarias, como fue el caso del anarquista Mijáil Bakunin, un conspirador y desorganizador al servicio de la burguesía dentro de las filas del movimiento obrero; malandrín que, si ha pasado a la historia y hoy se conoce, ha sido por la encarnizada crítica de Marx y Engels al anarquismo y Bakunin, quien finalmente, no obstante todas sus intrigas sucias, sufrió una contundente derrota, y los obreros de la Internacional le dieron las espaldas, sin embargo, el tal Brea Franco en su cronología apologética, como el que está borracho, pero en este caso de infamia, da a entender que el tal Bakunin y el anarquismo fueron el representante y jefe y doctrina, respectivamente, del movimiento obrero de esa época.


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