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El 27 de Febrero de 1844 y la lucha de
clases
Amigos de “Luz Más Luz” que hoy nos acompañan y
a todos los que lo hacen por primera vez:
Cuando vimos el afán de conmemorar el
aniversario 161 de la proclamación de la Independencia dominicana,
al ser declarada la separación de la naciente República, que desde
entonces se denominó Dominicana, del dominio que durante 22 años
mantuvo la nación haitiana sobre el territorio de la nación
Dominicana, el 27 de Febrero de 1844, con la exaltación de la
bandera que hoy se proclama como oficial de esta República
Dominicana, pero que no siempre ha sido esa; precisamente, celebrar
la fecha de la Independencia poniendo de realce esa bandera con ese
escudo, que ni la una ni el otro responden a los originales y
auténticos del 27 de Febrero de 1844, en esas triquiñuelas que nos
hace producir en el cerebro asociaciones y establecer vínculos,
antes de que uno se haga consciente del por qué de esas asociaciones
o vínculos, nos vino a la mente la expresión “un ladrón, un ladrón”
que, en rauda carrera, vocifera este tipo de delincuente cuando
pretende, al ser descubierto, escabullirse, dando a entender que
persigue al ladrón, cuando en realidad el ladrón no es otro que él
mismo.
¿Por qué destacar esa bandera con ese escudo,
que dicho sea de paso, a esa bandera se le ha asignado un día
específico en el año para conmemorarla, para celebrar este
aniversario de la proclamación de Independencia por encima de la
gesta en sí del 27 de Febrero? ¿Qué se pretende ocultar? ¿Por qué
apelar al engaño?, sobre todo en momentos como los actuales en que,
con la proclamada globalización y la reedición del viejo
liberalismo, ambos en beneficio exclusivo de los dos grandes bloques
de países capitalistas más desarrollados vigentes, dentro del ámbito
de la sociología en general y de la sociología cultural en
particular, emerge, como un crudo problema, la redefinición, dentro
del nuevo contexto mundial histórico concreto resultante, de esas
realidades conocidas como naciones y las nacionalidades.
En lo que compete a los dominicanos, el asunto
éste de la ubicación de las naciones y nacionalidades y el interés
que el mismo encierra dentro del nuevo contexto mundial que se
deriva del neoliberalismo, que en realidad es el mismo viejo
liberalismo pero que esta vez es reivindicado como instrumento
operacional, no ya por los capitalistas de un país aislado o de dos
o tres países, si no para convertir al mundo en el campo de sus
luchas cruentas e incruentas, económicas y culturales, militares y
políticas, etc., para ver quién obtiene los más grandes y suculentos
beneficios en el orden monetario; decimos que, de todo esto, de la
globalización, el neoliberalismo y del nuevo orden que de ellos se
desprende, implica, gran importancia hasta de carácter singular o
sui generis para la República Dominicana el asunto, porque, so
pretexto de la defensa de los derechos humanos que esos mismos
consorcios internacionales y sus países siempre han estado
conspirando para que sean pisoteados, o diciendo que actúan en
defensa de grupos abusados, o pretextando que lo hacen por la
libertad religiosa, si no para evitar que siga la violencia y los
torrenciales derramamientos de sangre, las grandes potencias
capitalistas de la Unión Europea y EE.UU. y con la activa actuación
de las iglesias cristianas tanto católica como protestantes, han
venido imponiendo la aceptación, en la República Dominicana, de
grandes contingentes de emigrantes ilegales haitianos para la
posterior fusión de nuestra nación con Haití, en eras de repartirse
con la cuchara grande los despojos de estas dos pequeñas naciones,
como parte de su política mundial de aplastar naciones,
destruyéndoles sus fronteras, creando nuevas, conforme los intereses
de sus consorcios monopolistas y de estos grandes países
desarrollados.
La pregunta obligada, entonces, es: ¿Qué se
persigue hoy, realmente, con opacar la gesta del 27 de Febrero como
aniversario de la proclamación de la Independencia de la República
Dominicana que, sin lugar a dudas, esta fecha es el símbolo de la
lucha de esta nación contra el expansionismo haitiano, base
histórica y objetiva sobre la que se ha forjado esta nación,
sobreponiéndole un llamado homenaje a la bandera?
La gesta del 27 de Febrero de 1844
Ha de saberse que los pueblos de El Seybo y San
José de los Llanos, en la región Este del país, reivindican como la
real fecha de la proclamación de la Independencia el 26 de Febrero
de 1844, pues ese día, 26 de febrero, el día antes del 27, fue
proclamada la República, libre e independiente, en El Seybo y Los
Llanos. Es la confianza inspirada por los centenares de dominicanos
provenientes de El Seybo y Los Llanos y otras poblaciones, que pone
en marcha la insurrección de los habitantes de la ciudad de Santo
Domingo, que culmina con la proclamación, en la Puerta de la
Misericordia, de la separación definitiva de Haití y la creación de
la República Dominicana, por el grupo encabezado por Sánchez, Mella,
Bobadilla, los hermanos Puello, los Concha, etc. que no pasaban de
un centenar de hombres, pero que, conjuntamente con los sublevados
en San Carlos, entonces ciudad existente fuera de los muros del
viejo Santo Domingo, con la presencia de otro centenar de hombres
provenientes de San Cristóbal que estaban emboscados en el área de
Güibia y los compromisos establecidos con los conjurados de
Bayaguana, Monte Plata y Boyá, entre otros, aseguró el éxito del
grito separatista de la noche del 27 de Febrero de 1844.
Este hecho, la amplia movilización popular que
precedió al grito de Independencia, por sí solo da a entender, que
el movimiento por la Independencia hasta su proclamación, y después
de ella, fue el resultado de mucho esfuerzo de propaganda, agitación
y organización. El resultado de un amplio trabajo político y de
grandes esfuerzo y habilidad de las fuerzas patrióticas. Obligó a
muchos compromisos o alianzas políticas entre partidarios de una
separación de los opresores expansioncitas haitianos, que buscaban
tan sólo cambiar el amo haitiano por una dominación francesa o
española, y los jefes revolucionarios que, como Sánchez, eran
partidarios de la independencia de toda potencia extranjera. De ahí
el carácter colegiado de la Junta de gobierno que se formó al ser
proclamada la naciente República.
Sin embargo, si se revisan ciertos textos sobre
esta historia, textos todos que siguen siendo reconocidos como
oficiales en las escuelas de este país para enseñarle a las nuevas
generaciones la historia de su nación, de autores, como José Gabriel
García, Bernardo Pichardo, Jacinto Gimbernard, Moya Pons, estos dos
últimos contemporáneos, pero que tienen todos en común responder a
los intereses de la iglesia cristiana católica, y a la vez, ser
servidores de esta institución, que como el cristianismo mismo,
nacieron del sistema esclavista para justificarlo, por lo que nunca
pudieron ser, como no lo han sido ni lo serán, revolucionarios y
siempre, desde su nacimiento, han estado, cristianismo e iglesia
católica, como todas las demás sectas cristianas, al servicio de las
clases explotadoras y no de los desposeídos; encontramos, que estos
llamados historiadores, presentan el acontecimiento del 27 de
Febrero de1844 como si hubiera sido lo que hoy se conoce como un
simple “piquete” o tal vez un “golpe de Estado”, al reducir el
acontecimiento al disparo al aire del trabuco de Ramón Matías Mella
en la Puerta de la Misericordia y la colocación de la bandera en la
Puerta del Conde por Francisco del Rosario Sánchez, ocultando
aviesamente la amplia movilización popular patriótica que realmente
fue.
¿Qué persigue esta manipulación? ¿Por qué
insistir en presentar el grito de Independencia como el resultado de
la acción de un grupito que tuvo suerte de triunfar por pura
casualidad o por milagro divino, quizás, que sería lo mismo? ¿Por
qué presentarlo como una acción aislada, como un golpe de Estado de
unos cuantos, dando a entender que la población se mantenía
indiferente, cuando fue todo lo contrario?
Es evidente, que se quiere ocultar a las nuevas
generaciones de dominicanos el arduo trabajo político que precedió a
la amplia movilización popular, sostén del movimiento
independentista desde el momento mismo de su proclamación, y luego,
de todas las batallas y luchas que se libraron para sacar,
definitivamente, del territorio dominicano a los haitianos. Este
trabajo político entre los distintos estamentos de la población que
se quiere soslayar, fue el que le dio el triunfo a una empresa de
tanta envergadura como es la transformación de la historia de un
pueblo como obra de ese mismo pueblo.
El historiador Vetillo Alfau Durán, por su
parte, es de los que sostiene la tesis de que al ser proclamada la
Independencia nacional, el 27 de Febrero de 1844, ya existía una
bandera precisa y definida, lo que, independientemente de cómo fuera
ésta, es un aval más a favor de que la proclamación de la República
Dominicana no se trató de una casualidad, de un milagro o “chepa”,
como llaman los dominicanos a los aciertos que se producen sin
proponérselo o haber creado concientemente las condiciones para
ello, de unos cuantos guapos; sino que se trató de un movimiento
organizado, con propósitos y metas, y. para sostener sus
planteamientos, recurre al testimonio directo de Francisco del
Rosario Sánchez de que fue él y no otro quien plantara en la Puerta
del Conde, hoy conocida como Baluarte Nacional, la bandera que
habría de simbolizar la Independencia.
Y años después, en el 1861, el 20 de enero,
estando deportado en Saint Thomas, este mismo Francisco del Rosario
Sánchez, en el manifiesto que proclamara llamando a enfrentar la
anexión a España perpetrada por los traidores a la naciente
República encabezados por Pedro Santana, llamado, por cierto, que no
fue secundado por sus aliados en la empresa de la Independencia
declarada el 27 de febrero del ’44, es más, ni siquiera por Juan
Pablo Duarte, insiste y dice Sánchez, en alta voz y sin jactancia:
“yo soy la bandera nacional”.
En cambio, este llamado y luego, el propio
martirologio de Sánchez, al ser fusilado en El Cercado cuando cruzó
con un grupo de hombres la frontera con Haití para organizar la
lucha contra la anexión a la España negrera esclavista, sí tuvo eco
en la población de mulatos y negros de la República Dominicana de
entonces, la que no fue sorda ni indolente ante el llamado de
Sánchez y desde un primer momento se lanzó a la lucha de resistencia
contra el nuevo invasor europeo, movimiento que adquirió tanta
fuerza que dos años después, las clases explotadoras, incluyendo a
los que vendieron la nueva nación a la opresión colonial española,
presionados además por su exclusión del tren gubernamental y la
eliminación, incluso para ellos, de la libertad de prensa, de
asociación, de libre comercio, por parte de la España negrera
colonialista, se incorporaron al movimiento por la Restauración de
la Independencia perdida. Este llamado Movimiento Restaurador
culminó con la derrota humillante de España, quien abandonó
definitivamente el territorio en el año 1865. Es el carácter popular
y no de élite del Movimiento Restaurador lo que determina que las
clases explotadoras se vieran en la obligación de aceptar como
generales del ejército Restaurador a numerosos negros, entre ellos
Gregorio Luperón héroe de esta gesta.
¿A quienes, realmente, representaba Sánchez?
Francisco del Rosario Sánchez
Francisco del Rosario Sánchez era hijo de la
negra esclava Olaya del Rosario y del hijo de esclavos Narciso
Sánchez Ramona, quien tenía este segundo apellido “Ramona” porque su
madre, esclava, llamada Ramona, por ser esclava, no tenía apellido.
Francisco del Rosario Sánchez sabía que el retorno al colonialismo
español era el retorno a la esclavitud de los negros y al saqueo y
pillaje colonial de España.
Debe saberse que para que la palabra
Independencia no significara para los negros y mulatos el retorno al
esclavismo, fue necesario que el frente político separatista
anti-haitiano reconociera en Sánchez al jefe político de los negros
y mulatos criollos que venían luchando por la libertad desde muchos
años antes que se produjera la invasión haitiana, desde los años en
que, bajo el colonialismo español, ellos eran esclavos, mientras
otros miembros del frente separatista formaban parte de la clase
explotadora y opresora esclavista, como sería el caso del
comerciante español Juan José Duarte, padre de Juan Pablo Duarte; y
luchando contra los haitianos, puede decirse, desde el momento mismo
que se produjera la invasión de éstos, que proclamaron la abolición
de la esclavitud en el territorio dominicano, pero en los hechos se
trató de una abolición de la esclavitud privilegiada para el
ejercicio exclusivo de los haitianos. Los negros y mulatos criollos,
esclavos y descendientes de esclavos, constituían la gran mayoría de
la población dominicana.
La expresión de Francisco del Rosario Sánchez
“yo soy la bandera nacional” tiene, pues, todo un significado
político concreto en torno a una nación, la nación Dominicana, donde
existe en su seno explotadores y explotados y que en una lucha
nacional como la librada contra Haití, España o Francia, los
explotadores se veían en la necesidad de aceptar los reclamos
políticos de los explotados, de los negros, como sería el caso de la
abolición de la esclavitud, la igualdad de todos los dominicanos
ante la ley, sin discriminación de color o fortuna, etc.
Sánchez al plantear que era “la bandera
nacional” iba derecho al asunto fundamental de la unidad de la
nación dominicana sobre la base de los acuerdos de reformas
democráticas, indispensables para que haya nación. La nación es una
reivindicación de la burguesía en su lucha contra la aristocracia
feudal, contra los privilegios y trabas feudales a la libertad de
comercio, contra la opresión colonial que impide el desarrollo de
las fuerzas productivas, contra la opresión imperialista que
violenta el derecho de las naciones a disponer libremente de sus
recursos renovables y no renovables.
Narciso Sánchez, el padre de Francisco del
Rosario Sánchez y dos tíos de éste, Andrés y María Trinidad Sánchez,
eran reconocidos luchadores antiesclavistas.
Los Sánchez venían participando en la lucha
antiesclavista desde muy jóvenes, desde la época en que José
Leocadio, Pedro de Seda y Pedro Henríquez fueron juzgados y
condenados por la justicia esclavista, en 1812, a la pena de muerte,
después de atroces torturas, por encabezar un movimiento que
reclamaba una serie de derechos democráticos. Estos héroes de la
nacionalidad dominicana, que son ocultados con esmero por los
historiadores apologistas del colonialismo español y la iglesia
católica y repetidores de las fábulas y calumnias del oscurantismo
religioso cristiano católico, tuvieron una muerte horrorosa: se les
cortaron los pies y las manos y luego sus cabezas, que fueron
exhibidas en jaulas colocadas en la entrada de la ciudad de Santo
Domingo. El resto de sus cuerpos fue arrastrado por caballos y luego
quemados en alquitrán en la plaza pública.
Los Sánchez participaron, igualmente, en el
movimiento democrático que en 1820 reclamaba la abolición de la
esclavitud apoyándose en la revolución democrática que en España
había obligado al católico rey Fernando VII a respetar la
Constitución democrática de 1812 y que, por otro lado, ordenaba
cerrar los tribunales de la inquisición católica y decretó la
expropiación de los bienes terrenales de la iglesia católica,
incluyendo poner en libertad a los esclavos de las tierras y
propiedades católicas en España y en el continente americano, lo que
abarcaba, por supuesto, el país dominicano.
Luego de producirse la invasión haitiana de
1822, los Sánchez forman parte de la primera rebelión contra los
invasores haitianos en 1824, conocida con el calificativo despectivo
de Revolución de los Alcarrizos, con el objetivo de ocultar la lucha
nacional que los negros y masas oprimidas en general llevaron a cabo
contra los invasores haitianos desde el mismo principio de la
invasión y tratar de imponer la leyenda, porque no es otra cosa, de
que fue Juan Pablo Duarte quien trajo de España y Europa, por
primera vez, las ideas de libertad e independencia en el 1833.
Sin embargo, esta falacia de José Gabriel
García, Bernardo Pichardo, los Gimbernard, los Moya Pons y otros
amanuenses de la iglesia católica, se derrumba cuando ellos mismos
se ven obligados a reconocer que Jacinto de la Concha y otros más
del grupo político de jóvenes criollos, hijos de esclavistas y
colonialistas españoles, visitaban la casa de Narciso Sánchez, y
allí conocieron a Francisco, y que, después de numerosos
intercambios de ideas, lo invitaron a que unieran sus fuerzas en la
lucha contra la opresión haitiana. Ver Alcides García Lluberes,
“Duarte y Otros Temas”, Duarte, Ravelo y la Bandera Dominicana,
página 153.
Los derechos democráticos y
el escudo dominicano
En la lucha por la separación de Haití y
proclamación de la República Dominicana, sin lugar a dudas, se
produjo un frente unido, una alianza de clase de todos los
dominicanos contra un enemigo común. Por eso, por más que los
historiógrafos oficiales traten de ocultar la realidad, la nación
dominicana, como todo conglomerado social basado en la propiedad
privada de los medios de producción, tiene en su seno a explotadores
y explotados, a opresores y oprimidos y los llamados símbolos
patrios no son ajenos a esta lucha de clase, sino que son el fruto
de compromisos, acuerdos y pactos obligatorios entre contrarios, que
en determinadas condiciones y circunstancias históricas se unen y se
juntan de manera pasajera. Una vez derrotado el enemigo común
¿podían seguir siendo las mismas las aspiraciones de los esclavistas
e hijos de esclavos, de los terratenientes e hijos de terratenientes
que las de los amplios sectores de la población trabajadora, de
esclavos negros y mulatos criollos o hijos de esclavos representados
por Sánchez?
Por ejemplo, el 6 de noviembre de 1844 se
proclama la Constitución de la nueva República, Constitución cuya
redacción en el mismo año de 1844 es prueba fehaciente de que la
proclamación de la separación de Haití, no fue simplemente el paso
operativo del grito de Independencia el 27 de Febrero de 1844, que
se perseguía la creación de una nueva República por parte de la
mayoría de los nacionales dominicanos, una nueva República
independiente y soberana, y fue la amplia movilización popular de
negros y mulatos criollos que participaban en este proceso, la que
no determinó que, en un primer momento, los sectores explotadores
pro-colonialistas, que tan sólo querían sacar a los haitianos para
entregar el país a una potencia esclavista europea que les
garantizara el restablecimiento de la esclavitud, no lograron hacer
abortar el proyecto de una nueva República independiente, pero
lograron, en cambio, imponer una Constitución mediatizada, lo que
marcó el inicio de su ofensiva que culminó con la anexión a España.
Por eso, el 6 de noviembre de 1844 se vota la
Constitución y el 27 de febrero de 1845, tres meses y medio después,
estos sectores, en cuyas filas siempre milita la iglesia católica y
bajo su bendición, decidió el fusilamiento de María Trinidad
Sánchez, porque ésta representaba el reclamo democrático del voto
universal de todos los dominicanos, independientemente de su
condición económica, rechazando lo establecido en esa Constitución
del ‘44 que reservaba el derecho al voto a los propietarios,
comerciantes y a los que poseían una profesión liberal.
En ese entonces, cuando existía el frente unido
anti-haitiano, en el que se imponía la fuerza de la movilización
popular, el escudo dominicano no tenía la supersticiosa y
oscurantista biblia coronada con la infame cruz colocada en el
centro de la bandera dominicana, porque la masa de negros y mulatos
criollos, identificaban biblia y cruz e iglesia cristiana católica
con el esclavismo, y jamás hubiese ido a combatir en su nombre ni
junto a quienes enarbolaran en la lucha esos símbolos del
esclavismo. El primer escudo dominicano en los inicios de 1844 tenía
un sol naciente y un gorro frigio, símbolos de la libertad, como lo
tiene el actual escudo argentino; y no tenía tampoco la palabra
dios. Véase en este sentido el libro “Escudos dominicanos” por el
general González, para que se verifique lo que estamos diciendo.
Escudo del 1844
Escudo del 1849
La cruz y la Biblia, como la palabra dios,
fueron impuestas en el escudo por los sectores de las clases
opresoras que trabajaban para vender el país a los colonialistas
franceses o españoles, y su inclusión fue la expresión de cómo
fueron arrebatándole al negro y mulato criollo cada una de sus
conquistas democráticas con la intención del restablecimiento
definitivo de la esclavitud. Y tan es así, que el escudo de nuevo se
modifica quitándole la biblia y la cruz durante la guerra
restauradora en contra del invasor colonial español y que
reivindicaba el regreso a la libertad de todo el pueblo dominicano
sin distinción de raza o de fortuna y la independencia de toda
potencia extrajera. |