|
05-03-06 Luz+Luz
La
fusión de República Dominicana y Haití y la esclavitud
Aunque les resulte incómodo
reconocerlo a algunos, lo cierto es, que a estas alturas del debate
lo que desde un principio hemos sostenido aquí en este programa,
haciéndonos eco, justo es reconocerlo, de lo sustentado en
publicaciones como el periódico ¡Despertar!, que en particular desde
la década de los 80 y por lo menos del 1996 hasta la fecha de manera
sistemática, mantiene una campaña en este sentido, ya nadie pone en
duda que son los consorcios monopolistas imperiocapitalistas de los
Estados Unidos, la Unión Europea y Canadá, juntos en este caso, a
pesar de que siempre estas potencias imperialistas están dirigiendo
sus políticas hacia la destrucción de la política de sus colegas y
socios porque ésta es una ley, por tanto inexorable, del
imperialismo, donde la libre competencia desaparece dando paso a la
competencia solamente entre los monopolios internacionales, los que
propician la fusión de ambas naciones, República Dominicana y Haití,
que ocupan, estas dos naciones, el territorio de la isla de Santo
Domingo, isla que forma parte del archipiélago de las Antillas
Mayores en el Mar Caribe, y que cuenta con apenas unos 76 mil
kilómetros cuadrados de superficie, pero que sin embargo alberga en
ella dos naciones bien diferenciadas, caso que creemos, no nos
equivocamos al afirmar, es único en el mundo.
Como es patente e innegable para
todo el mundo, hasta para los que en este caso, también, les resulta
incómodo reconocerlo, que a la cabeza de esta cruzada de la
globalización neoliberal se encuentra la Iglesia cristiana católica,
papista y desde 1929 vaticanista, en particular, pero junto con las
sectas protestantes, que son especies de agencias como lo es la CIA
el FBI etc., dependientes directas y al servicio del gobierno de los
Estados Unidos, haciendo lo que siempre ha hecho y razón por la que
surgió el cristianismo, de la que la Iglesia cristiana católica
vaticanista es su más superada representación porque es la que más
fielmente encarna el cometido del cristianismo que nació con el fin
de justificar la esclavitud así como los procedimientos peores y más
depravados para el envilecimiento de los hombres hasta volverlos
canallas, que en vez de levantarse en contra de sus verdugos se
complazcan, por el contrario, en sentirse satisfechos y conformes
asumiendo la más sórdida existencia de soportar sumisamente a los
que los subyugan, que sólo les dan como único medio de subsistencia
la esclava. Este aspecto del asunto, de manera muy particular y
original, también ha sido incluido en la campaña desde hace tantos
años desplegada por el periódico ¡Despertar! a la que hicimos
referencia antes.
La esclavitud, como tal, fue una
forma de explotación dominante en la antigüedad y base económica del
Imperio Romano; fue un sistema de producción que sumió en una
gigantesca crisis al mundo antiguo porque el trabajo se convirtió en
la actividad propia del esclavo, y por lo tanto, deshonroso para el
hombre libre, lo que obstaculizaba y estancaba el desarrollo de la
técnica y la producción, sin embargo, el Imperio Romano, a pesar de
esta crisis económica que inexorablemente lo llevaría a su
desaparición, sobrevivió unos 5 siglos, hasta el año 476 de nuestra
era en que cae el Imperio Romano de Occidente, gracias al
cristianismo, bajo cuyo patrocinio sobrevivió los tres últimos
siglos de este total de cinco.
Por eso, todo aquél que esté
históricamente medianamente informado, no digamos ya bien informado
como dijera el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, no puede
dejar de reconocer esta realidad, que desmiente rotundamente la
errada afirmación que hiciera este cardenal López Rodríguez, el 19
de febrero de este año 2006, en su discurso de presentación del
compendio de la doctrina social de la iglesia, que apresuradamente
ha puesto a circular esta iglesia cristiana católica en el país,
para, por un lado, disimular o tapar, como lo hace la hoja de parra
que los artistas colocan en las partes íntimas de las
representaciones desnudas de los mitológicos Adán y Eva al ser
expulsados del supuesto paraíso, una vez que ha quedado evidenciada
esta Iglesia cristiana católica en su labor de zapa en contra y por
la destrucción de la nación dominicana al propiciar la fusión con
Haití; y por el otro lado, tratar de desarticular el vigoroso
movimiento nacionalista popular que se va conformando en el seno de
la población dominicana y que sin lugar a dudas les está asestando
duros golpes a estos planes de fusión, que ellos mismos no se
esperaban.
Este cardenal López Rodríguez dijo
textualmente: “el cristianismo con los principios del evangelio
debilitó las estructuras que sustentaban -lo que hipócritamente,
decimos nosotros, que llamó- la ominosa esclavitud del Imperio
Romano”, palabras que como ustedes pueden darse cuenta se
caracterizan por la ausencia absoluta de significado histórico real.
Porque, no sólo que el
cristianismo fue al mismo tiempo una consecuencia de esa ominosa
esclavitud del imperio romano y su sustento ideológico, en medio de
la inevitable descomposición del mundo antiguo esclavista a la que
ya hicimos referencia, sino que también, y en la medida que aspiraba
al poder que luego conquistó, se convirtió en la ideología religiosa
de la nueva forma de explotación social, la feudal, y de su clase
dominante. Son los antiguos propietarios de esclavos y los obispos
los que pasaron a ser los primeros señores feudales, y es de esta
manera como la Iglesia cristiana católica se consolida como experta
en validar todo tipo de esclavitud sobre la base de envilecer al
hombre.
Por eso, a pesar de que el
feudalismo desaparece como sistema de explotación arrasado por el
sistema capitalista de producción, el cristianismo y la Iglesia
Católica en particular sobreviven en base a esta práctica de validar
todo tipo de esclavitud envileciendo al hombre para que la acepte
sumiso; tal y como lo hizo en la fase inicial del capitalismo, en la
época de la acumulación primaria de capital en Europa, cuna del
capitalismo, durante el período de la conquista y colonización
esclavista impuestas con el fuego de las armas y con la
cristianización por los países europeos a los pueblos de las tierras
que descubrían y de las que se apropiaron siendo ajenas, y en estos
mismos países europeos, ya en la etapa del libre mercado, en pleno
capitalismo, donde el creciente movimiento obrero cada vez se
tornaba mas vigoroso al enfrentar la esclavitud asalariada, como
también se le llama a la superexplotación capitalista, creó entonces
a finales del siglo XVIII, la llamada doctrina social de la iglesia
que sentó las bases para la formación de sindicatos y partidos
políticos como la democracia cristiana o los socialcristianos, en su
intento por desarticular y desviar el movimiento obrero del camino
hacia el socialismo, al que siempre ha combatido al lado del
fascismo imperialista más desalmado e inhumano y las dictaduras mas
bestiales, como es el caso de Hitler en Alemania, el de Franco en
España, Mussolini en Italia, o el de Bush en los Estados Unidos, o
las de la Ustacha en Croacia, parte de la antigua Yugoslavia,
Trujillo en la República Dominicana, la de Pinochet en Chile, Videla
en Argentina, y un etc. que representa una larga lista.
Y así ha llegado, hasta nuestros
días, la etapa final y última del capitalismo, el imperialismo,
donde el libre mercado sólo se da entre los monopolios
internacionales, la época en la que nos ha tocado vivir,
declarándose la apologista número uno de las formas más despiadadas
de la explotación imperiocapitalista, como lo proclamara el papa
Juan Pablo II, el papa anterior al actual, al erigir a esta Iglesia
Católica en la justificadora del neoliberalismo y la globalización.
Hoy día, en el ambiente se ha
dejado caer la idea de que la conversión en emporios económicos,
tanto del centro del catolicismo que es el Vaticano, así como de los
centros de las iglesias protestantes, cristianas también como la
católica, es cosa de ahora y que la iglesia cristiana primitiva era
de los pobres y para los pobres.
Pero esto de los emporios
económicos no es de ahora, más bien, por el contrario, ha
caracterizado al cristianismo y parece ser parte intrínseca de él,
pues las corrientes cristianas que surgieron como resultado de la
crítica al lujo y el boato vaticanista, consideradas herejes por
esta razón por los católicos, como es el caso de los protestantes,
tan pronto levantaron tienda aparte no han cesado hasta convertirse
en emporios económicos multimillonarios, cosa que no es de extrañar,
porque el cristianismo es una ideología religiosa nacida del sistema
esclavista para justificarlo y siempre, desde su nacimiento, ha
estado al servicio de las clases explotadoras no de los desposeídos.
Por eso, afirmar que la jerarquía
eclesiástica católica rompió con el voto de pobreza porque se ha
entregado en brazos del neoliberalismo es una visión errónea y
unilateral de la realidad, aunque tiene el mérito de poner de
relieve que el neoliberalismo es el puro y verdadero infierno para
los pobres del mundo a pesar de que sus alabarderos, o sea, sus
apologistas como lo son las iglesias cristianas Católica y
protestantes, lo ofertan como la sociedad divina, conforme la
voluntad de dios, del dios, claro está, del papa Juan Pablo II y los
suyos, por ejemplo, o de todos los cristianos en general, que no es
otro que el dinero: el omnipresente (que está en todas partes), el
omnipotente(que todo lo puede) y el omnisapiente (el que puede
disponer de todo el conocimiento).
Otra cosa más que queremos
puntualizar. La doctrina social de la iglesia nace con el libre
mercado y su contraparte el vigoroso movimiento de lucha obrera, y
en la etapa del capitalismo que se caracteriza porque el libre
mercado o “laissez fair” ya sólo se verifica entre los consorcios
monopolistas, sobre todo en su forma neoliberal conocida como
globalización, que es el momento histórico en que vivimos, esta
doctrina social de la iglesia se ha convertido en eje del sustento
ideológico del neoliberalismo globalizado que desangra la humanidad.
Por eso es que compartimos el criterio de aquéllos que sostienen que
no se trata de una casualidad el hecho de la presencia de tropas
norteamericanas en Barahona, República Dominicana y la llegada al
mismo tiempo del cardenal vaticanista Martino a este país, para
poner en circulación una edición de la doctrina social de la Iglesia
al tiempo que clama piedad por Haití y los haitianos. No se engañe
nadie, se trata de darles un nuevo empuje a los planes de fusión por
parte de los socios en esta tarea: los consorcios
imperiocapitalistas hegemonizados por los EU y la iglesia cristiana
católica. |