PROGRAMAS RADIALES - 12 de Marzo 2006

12-03-06 Luz+Luz

 

Cristianismo: ideología esclavista

 

El cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, que no paga impuestos de ningún tipo al Estado dominicano, como tampoco lo hace su Iglesia cristiana católica con relación a sus negocios y empresas, siendo también la única institución en el país que puede recibir donaciones y hasta herencias sin tener que pagar los impuestos correspondientes, como lo tienen que hacer todos los ciudadanos e instituciones, sean dominicanos o extranjeros, privilegio del que goza gracias al Concordato firmado por Trujillo y el papa de Hitler Pío XII en 1954, y que junto con los demás obispos, curas, monjas, o bien, pastores evangélicos, así como con los componentes de los cuerpos represivos del Estado, especialmente los de los órganos represivos policíacomilitares, integran los sectores no productivos de la sociedad moderna, como con exactitud lo definiera el padre de la economía burguesa Adam Smith en su obra “La Riqueza de las Naciones” en 1776, y debe entenderse, que se llaman sectores no productivos a los sectores parásitos de la sociedad, que viven a costa de ésta, porque la sociedad los mantiene a ellos y sus actividades, y sin embargo, ellos y esas actividades que despliegan son actividades improductivas, que no producen ni riquezas, ni valores. Señaló este cardenal en su discurso del 19 de febrero de este año 2006, discurso de presentación éste, por cierto, en el que su autor hizo poco esfuerzo o disimuló muy mal su corte jesuítico por lo que creemos no fue el cardenal quien lo compuso, discurso hecho para la puesta en circulación de una edición más de las tesis fascistas recopiladas en lo que la Iglesia cristiana católica ha dado en llamar la doctrina social de la Iglesia, este cardenal con la altanería y la soberbia que lo tipifican, tan contrarias a la humildad y sumisión que el cristianismo demanda a sus seguidores y practicantes, se atrevió a llamar ominosa la esclavitud del Imperio Romano y además decir que los principios del evangelio suyo debilitaron las estructuras que sustentaban esta ominosa esclavitud del imperio romano, alardeando así de ser persona ilustrada, cuando en realidad su razonamiento, es evidente, que sólo obedece a pretender justificar lo injustificable como son todas las supersticiosas fábulas y ritos cristianos, con tal de seguir usufructuando los privilegios de vivir a costa de otros, y que por no partir de la realidad objetiva y de los principios científicos, estos razonamientos, además de adolecer de una ignorancia perversa, es decir, para causar daño intencionalmente.

Lo primero que se le impone a todo el que hurga en la historia es reconocer las raíces económico-sociales del suceso, fenómeno o institución que investiga, y para urgar en la historia, para incursionar en la historia hay que partir, por un lado, de que la historia es una ciencia que para merecer ese calificativo, tiene la obligación  de ser exacta, de reposar sobre documentos y sobre su confrontación, sobre severos controles cronológicos y sobre datos que puedan probarse, y por el otro, estos datos, es decir, los hechos históricos, ser interpretados partiendo de criterios científicos, partiendo de las leyes que rigen la organización social del hombre, no de supuestos medalaganarios como ésos de la voluntad divina, el orden divino, principios del evangelio, etc., etc., por lo que a la hora de escudriñar la génesis de estos hechos históricos, nosotros no podemos hacer menos que esto, lo cual es todo lo opuesto al razonamiento del cardenal de que los principios del evangelio suyo fueron los que debilitaron al ominoso esclavismo del Imperio Romano.

Lo primero es, que no se puede separar al cristianismo, su cristianismo,  de las raíces económico-sociales y de las contradicciones esenciales de estas relaciones si queremos conocer la esencia del cristianismo. Por eso, es básico tomar en cuenta que la religión cristiana nace, precisamente, en la antigua sociedad esclavista sobre la que se erigió el Imperio Romano.

La esclavitud, forma de explotación dominante en la antigüedad y base económica del Imperio Romano era un sistema de producción que detenía el desarrollo de las fuerzas productivas porque engendraba el estancamiento técnico, no sólo porque su único estímulo era la violencia, sino, fundamentalmente, porque como Engels señala en su obra “Dialéctica de la Naturaleza” la esencia de la crisis gigantesca en el mundo antiguo radicaba en que -y citamos-: “allí donde la esclavitud es la forma dominante de la producción, el trabajo se convierte en la actividad propia del esclavo, y es, por lo tanto, deshonroso para el hombre libre”. Y añade Engels: “Merced a este hecho se excluye toda posibilidad de salir de tal modo de  producción, mientras, por otra parte, su supresión es necesaria a fin de que la esclavitud deje de ser obstáculo al desenvolvimiento de la producción”.

Debe saberse que la palabra trabajo viene de la palabra latina tripalium, instrumento de tortura de tres piezas, trabajar significaba en la antigüedad esclavista atormentar. Recordemos, también, que según el Génesis dios castigó al hombre precisamente con el trabajo: “con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra”. (Génesis artículo III, versículo 19).

De esta manera, el cristianismo, contrario a lo que afirma el Cardenal López Rodríguez, como reflejo de la descomposición del mundo antiguo esclavista fue, al mismo tiempo, la ideología que el imperio necesitaba para sobrevivir en medio de esa contradicción, y la ideología de la nueva sociedad que continuó al esclavismo, es decir, el feudalismo y de su clase dominante heredera en tantos puntos comunes de la clase dominante que le precedía. Debemos recordar, de nuevo, que fueron los antiguos propietarios de esclavos, los jefes bárbaros, los funcionarios imperiales, los jefes militares y los obispos, los que pasarían a ser los primeros señores feudales. Los principios del evangelio cristiano, en vez de debilitar las estructuras del ominoso esclavismo del Imperio Romano fue lo que le permitió a este imperio subsistir hasta 5 siglos, a pesar de la gran crisis que arrastraba consigo al desprestigiar el trabajo, lo que obstaculizaba así el desarrollo de las fuerzas productivas y creaba al mismo tiempo estamentos parásitos a la sociedad e impedía que pudiera desarrollarse una clase revolucionaria capaz de transformar ese sistema.


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