04 - 15-01-06 luz+luz
Historia del
desarrollo de las comunidades humanas - I -
Comunidad primitiva: gens matriarcal, gens
patriarcal y tribus
“Una grieta en la antigua estructura”
“Nuestro
idioma conserva todavía algunas trazas del sistema del clan, aunque
no lo creamos.”
“A veces llamamos “hermano” al amigo, y a un
niño extraño le decimos “hijo”. En alemán la palabra que significa
sobrino hoy en día, quiere decir “hijo de mi hermana”. Eso se debe a
que antiguamente los hijos de una hermana se quedaban en el clan,
mientras que los hijos de un hermano iban a formar parte de otro
clan, el clan de la esposa. Los hijos de una hermana eran parientes,
“sobrinos”, mientras que los hijos de un hermano por ser de otro
clan, no se consideraban parientes.”
“El lazo familiar en que se basaba el sistema
del clan era muy poderoso. Tan poderoso, que todavía es evidente su
huella, a pesar de los cambios que han tenido lugar en la vida de la
humanidad. Pero el clan se deshizo. ¿Por qué?”
“En América, la llegada de los conquistadores
europeos (con la imposición a sangre y fuego de su sistema colonial
esclavista en lo que se refiere a sistema económico, y su
cristianización en el aspecto cultural, nota nuestra) lo destruyó.
En Europa, millares de años antes del descubrimiento de América, se
derrumbó por sí mismo, como una casa de madera plagada de comején.
Su fin fue provocado por la intervención cada vez más activade los
hombres en los asuntos de la casa.”
“No se sabe con exactitud desde cuándo las
mujeres cultivaban la tierra y los hombres cuidaban los rebaños. Por
mucho tiempo, el trabajo de la mujer, la agricultura, fue la
ocupación más importante. Había poco ganado. Raras veces se comía
carne, y la leche no era suficiente para todos. Si no hubiera sido
por los frutos que recogían las mujeres, no habría habido bastante
comida en la casa. Un panecillo de avena o un puñado de grano seco
era a menudo todo lo que comía una persona en aquellos días. En
ocasiones, se agregaban a esa dieta miel y frutas silvestres,
recogidas también por las mujeres. Ellas administraban la casa y se
contabilizaban con todo lo concerniente a la familia.”
“Pero las cosas no continuaron siempre así. En
las llanuras no se producían bien los granos. La hierba de las
praderas no dejaba espacio para los campos de trigo y avena. La
mujer trataba de arrancarlas con el azadón y tenía que luchar contra
las fuertes raíces que se aferraban a la tierra en un lecho muy
difícil de roturar.”
“Dos o tres mujeres juntas tiraban de la azada
de madera del arado, y aun así apenas labraban, arañaban la
superficie. Las semillas que echaban en los surcos poco profundos se
las comían los pájaros o se resecaban al sol. Naturalmente, algún
grano germinaba; pero crecía poco. A veces había sequías que mataban
la planta buena, pero no la mala hierba que, más resistente y
acostumbrada a la aridez, era la que prosperaba.”
“Llegaba el tiempo de la cosecha y no había nada
que recoger. Era casi imposible ver las espigas entre las cizañas.
Las hierbas de la pradera ondeaban de nuevo al viento como las
banderas de un ejército que hubiera sido derrotado, pero que volvía
con ímpetu a la carga.”
“¡Cizaña en vez de grano! ¿Valía la pena
trabajar tanto para tan desconsolador resultado?”
“El pasto era para los animales lo que el grano
para los hombres. Las vacas y las ovejas vivían en las praderas.
Encontraban buen pasto por todas partes y cada vez crecían más los
rebaños. Con su cuchillo al cinto, el hombre seguía al ganado. El
fiel amigo del pastor, el perro, lo ayudaba a pastorear las ovejas
para que no se desbandaran. El rebaño se multiplicaba y cada vez
daba más leche, más lana y más carne (nota nuestra).
Escaseaba el pan en el hogar, pero había
bastante queso de oveja y en las ollas de la cocina había sopa de
carne de cordero.”
“Así llegó a ser el trabajo del hombre, el
pastoreo, la más importante labor en la vida de las praderas. Pero
también en los bosques de las montañas el hombre fue relegando a la
mujer al segundo plano.”
“Sobre un peñasco, en cierta región de Suiza,
fue hallado un antiguo dibujo que representaba a un labrador. Es un
dibujo tosco e imperfecto; el labrador parece uno de esos muñecos
raros que dibujan los niños. Pero lo importante no es que el dibujo
nos parezca bien hecho o no. Para nosotros no es un dibujo, sino un
testigo. Y ese testigo muestra claramente que el labrador va detrás
de un arado de madera tirado por bueyes.”
“Ese es el primer arado en la historia del
género humano. (…) La cría de ganado auxilió a la agricultura. El
hombre pastor se hizo también labrador. Y con la nueva ocupación
ganó mayor autoridad en el hogar.”
“Es cierto que aún había bastante trabajo para
la mujer. Tenía que hilar y tejer, recoger la cosecha y cuidar de
los hijos. Pero ya no era jefa como antes. Ya el hombre ocupaba el
primer lugar en el pastoreo y en la siembra, y era por tanto la
máxima autoridad familiar.”
“Las mujeres no regañaban ya a los hombres, por
el contrario, comenzaron a ser ellos quienes hablaban más alto en la
casa. Pasaron de la defensiva a la ofensiva. Antes no era problema
para las suegras, tías y abuelas echar a un hombre extraño de la
casa. Ahora lo halagaban, porque este forastero, procedente de otro
clan, trabajaba para dar de comer a la familia.”
“Y el clan comenzó a fragmentarse, sin que en
ello interviniera la voluntad de los hombres, sino la fuerza de las
circunstancias.”
“El antiguo orden de cosas empezó a crujir como
un viejo roble que ha estado en pie durante siglos. Con frecuencia
cada vez mayor se violaban las tradiciones. Anteriormente, el esposo
venía a la casa de la mujer; ahora el marido lleva a la esposa a la
casa de él.”
“(…) Se han conservado hasta nuestros días los
antiguos cantos quejumbrosos, en los cuales la joven desposada
lamentaba la desdicha de tener que ir a otro clan.”
“Y no era de envidiar la suerte de la novia. En
su nuevo hogar, la novia estaba sometida al dominio del esposo. A
nadie podía quejarse. Sus suegros y todos los parientes del marido
estaban de parte de éste. Allí consideraban a la desposada como una
extraña, más que una extraña una nueva sirvienta de la casa, y todos
procuraban que ganara el pan que se comía, que no estuviera sin
hacer nada.”
“El clan matriarcal se convirtió en el clan
patriarcal. Ya los hijos no pertenecían a la madre, sino al padre. Y
el parentesco comenzó a contarse por línea paterna. Además del
nombre personal y del clan, el hombre tenía ahora un tercer nombre:
Hijo de Fulano.”
“Existe todavía la costumbre de llamar a la
gente por el nombre de su padre, o sea por su patronímico. En ruso,
por ejemplo, Piótor Ivánovich quiere decir Piótor, hijo de
Iván. Así como en español Pedro Rodríguez significa
Pedro hijo de Rodrigo. Jamás se le ocurrió a nadie
apellidar a una persona con el nombre de la madre: Pedro Elénez,
por Pedro hijo de Elena.”
De este modo, ya a fines de la edad de piedra,
aparecen las tribus, grandes uniones de grupos humanos vinculados
con lazos de parentesco. Las tribus, a su vez, se dividían en gens.
Una gens se componía de un grupo de personas, parientes
consanguíneos entre sí. La organización gentilicia tampoco
permaneció estática, también ella se iba desarrollando continuamente
y transformándose. La gens materna, que fue la forma de organización
gentilicia o de clan primera, en ella el parentesco se tomaba en
cuenta a partir de la mujer. La autoridad de la gens recaía sobre la
mujer que era la que tenía el papel preponderante en la economía del
clan. Luego, cuando el hombre pasa a ocupar el papel predominante en
la economía, se produce la comunidad gentilicia patriarcal, es
decir, esta última es la comunidad gentilicia adelantada, donde
están unidos agricultores y pastores manejando la economía en común
y siendo el hombre el elemento clave.
Pero en esta época del clan o comunidad
gentilicia, matriarcal primero y patriarcal después, ni en las
grandes uniones de gens llamadas tribus, existía la propiedad
privada, ni existían las clases sociales, ni tampoco la explotación
del hombre por otro hombre. Estamos hablando, por tanto, de
conglomerados humanos comprendidos en lo que se ha llamado, de forma
genérica, comunidad primitiva.
Que estos fragmentos de este capítulo de la obra
“Cómo el hombre se hizo gigante”, de Illin y Segal, que acabamos de
citar, sirvan como introducción a una serie de artículos sobre cómo
aparecieron las naciones, la democracia, las clases sociales, el
Estado, en cuyo recorrido, como si fuera una romería, abordaremos
otros tantos tópicos de la historia del desarrollo de las
comunidades humanas. Continuará. |