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01 - 22-01-06
luz+luz
La Gnosis y la esclavitud -I-
La sucesión de las estaciones,
algo que hoy es una de las primeras cosas que un niño aprende en un
preescolar, además de repetir sus nombres y conocer las
características de cada una de ellas, para nuestros antepasados, el
orden en que se suceden las estaciones del año fue uno de los
primeros descubrimientos científicos que realizaron. Lo que hoy es
ordinario, común, habitual, fue un descubrimiento extraordinario
para nuestros antepasados, que no hicieron, sino después de largas
observaciones durante quién sabe cuántos cientos o miles de años,
este descubrimiento. Mas aún, la gente no empezó a contar por años
el tiempo, hasta que no aprendió que la primavera siempre viene
después del invierno, que el verano sigue a la primavera, el otoño
al verano y el invierno al otoño, en una cadena siempre repetitiva.
Cuando el hombre aprendió a
observar, aprendió a calcular, aprendió a clasificar y a sacar
conclusiones, fue cuando nació la ciencia. Nació la ciencia cuando
el hombre comprendió, al observar la repetición de los fenómenos,
tanto los de la naturaleza: la salida del sol, la llegada de la
noche, la sucesión de las estaciones, las crecidas de los ríos,
etc., como también que cuando él repetía las mismas acciones obtenía
los mismos resultados: que siempre que cortara y puliera de una
misma manera un mismo tipo de piedra obtendría el mismo tipo de
cuchillo, por ejemplo.
El hombre fue comprendiendo que
podía haber una manera de conocer el mundo, que podía haber
principios, fuerzas, leyes de la naturaleza que permitieran
comprender el mundo sin atribuir cada suceso, cada fenómeno, cada
hecho a la intervención directa o indirecta de algún dios o dioses,
y que por tanto, el mundo podía transformarse en la medida en que se
conocían estas leyes y el orden que éste tiene. Así nace la ciencia.
No obstante, la ciencia primitiva,
la ciencia de los inicios de la civilización humana, aun la de las
civilizaciones más destacadas de la antigüedad, que alcanzaron su
esplendor en la cúspide del régimen de producción esclavista,
régimen que por primera vez en la historia de la sociedad humana,
hacía posible que ciertos miembros de esa sociedad se vieran
liberados del esfuerzo para producir los medios para su
subsistencia, porque otros, en este caso los esclavos, lo hacían por
ellos, contando así con el tiempo disponible para emplearlo en
recoger, agrupar, ordenar e interpretar las experiencias; esa
ciencia primitiva era muy diferente de nuestra ciencia actual,
aquélla aún tenía mucho de magia y superstición. Era muy difícil
separar la ciencia de la religión en aquella época en que el
conocimiento, la experiencia acumulada, era muy limitada y no era
suficiente para dar explicación de todas las cosas que hay y los
fenómenos que suceden en la naturaleza o en la sociedad humana. La
ignorancia sobre la naturaleza y sobre ellos mismos era muy grande,
y no debemos nunca dejar de tomar en cuenta esta doble ignorancia
cuando se estudia la historia del hombre en esta etapa de las
primeras civilizaciones humanas.
Por ejemplo, en la Grecia antigua,
la Grecia esclavista de la antigüedad, que se considera como una
civilización avanzada del mundo antiguo, nos encontramos con que
Aristóteles, el pensador que domina la Grecia antigua, que era un
espíritu universal y escribió numerosos libros sobre todos los
temas, creía, sin embargo, que la Tierra estaba inmóvil, que era el
centro del mundo y que alrededor de ella giraban los planetas,
ignorancia que hoy no se concibe ni en un niño que asista a la
escuela primaria, aún en un país como el nuestro donde la educación
está controlada y manipulada por la Iglesia cristiana católica, a
través del Concordato firmado por el dictador Trujillo a nombre del
Estado dominicano con su llamada Santa Sede vaticana, vía el
Patronato Nacional San Rafael, iglesia ésta que, por un lado,
desconoce la ciencia, porque como toda religión, en este caso la
cristiana católica, antepone como causa de todo lo existente y el
universo mismo la voluntad de su deidad divina, por encima de todo
orden y leyes universales de la naturaleza, y que además, por el
otro lado, su historia ha sido y sigue siendo un ejemplo permanente
de despotismo e intolerancia. Acerca del hombre mismo, los griegos
también eran muy ignorantes, pues no conocían las funciones de
nuestros órganos, y por ejemplo, al cerebro le atribuían la función
de la digestión.
Pero esto que hemos dicho no
quiere decir que estos hombres no trataran, a pesar de sus
limitaciones, de las que quizás ni se percataban, de explicar las
cosas. Por ejemplo, en la antigüedad griega, en los siglos 4 y 5
antes de nuestra era (a.n.e.), se forma una corriente que atrae a
los más destacados pensadores y filósofos de esa época, como fueron
Leucipo, Demócrito, Tales, el de la ciudad de Mileto, Anaxímenes,
Heráclito, Epicuro, entre otros, éstos, no sólo eran materialistas
porque sustentaban que todo estaba hecho de átomos, que el universo
tenía un orden propio y que por tanto no era una marioneta cuyos
hilos los maneja a su antojo un dios o dioses, nunca vistos e
inescrutables, o porque postularan que los seres humanos y los demás
animales y las plantas procedían de formas vivas más simples por lo
que humanos y demás seres vivos, animales y plantas, no siempre
habían sido como eran, sino que eran como eran a consecuencia de la
evolución de la materia viva y no por haber sido creados por alguna
divinidad que se entretenía haciendo seres como se hacen los
muñecos, o porque sostuvieran que las enfermedades no eran causadas
por demonios o por dioses, en fin, porque creían que la materia
proporcionaba por sí sola el sostén del mundo; sino que, además de
materialistas, eran dialécticos, porque les impresionaba el hecho de
que en todo encontraban presente el movimiento, el cambio, y
apreciaban que las cosas no están aisladas sino íntimamente
vinculadas. Estas premisas de estos filósofos, siendo exactas, no
obstante fueron abandonadas, porque el estado de desarrollo de las
ciencias, los conocimientos que el hombre tenía de la naturaleza y
de sí mismo eran tan pobres, que eran insuficientes para demostrar
lo que estaban anticipando por deducción lógica de sus
observaciones, y no fue hasta el siglo XIX que se dieron las
condiciones para que la ciencia pudiera probar la exactitud del
materialismo dialéctico.
Siendo el materialismo dialéctico
la única concepción posible cuando se toma como punto de partida
para explicar las cosas y fenómenos la experiencia práctica, de la
práctica social, de cualquiera de los tres tipos de práctica
social, su descubrimiento y descripción se anticipó con relación al
desarrollo de la ciencia, apareció por primera vez cuando todavía
las condiciones no estaban dadas para que el estado de desarrollo de
las ciencias fuera tal que permitiera probar lo que esta concepción
planteaba. Es esto lo que en otras oportunidades hemos querido decir
cuando hemos afirmado que la concepción materialista dialéctica
sobrepasó a la ciencia, en un principio, y es esta contradictoria
situación la que da origen a la
gnosis
(Del gr. γνῶσις, conocimiento).
Ante la imposibilidad de probar la verdad que se sustentaba, ésta
termina entendiéndose como el conocimiento absoluto e intuitivo de
las cosas por medio de la revelación mística. Gnosis significa
conocimiento, absoluto e intuitivo, que luego deviene
específicamente en conocimiento, absoluto e intuitivo de la
divinidad, que era el que pretendían alcanzar los gnósticos.
¿Por qué nace la ciencia en la
Grecia antigua, más aún, por qué la ciencia antigua es sucedida por
la gnosis, qué relación hay entre la gnosis y el cristianismo?
Veamos.
Los jonios, que constituían un
pueblo que emigró desde el centro de Grecia, probablemente hacia el
año 1000 a.n.e., dieron su nombre a la región situada en la parte
central de la costa oeste de Asia Menor, que incluía también el
archipiélago de las islas adyacentes del mar Egeo oriental. Los
jonios fundaron grandes ciudades, entre ellas Éfeso, Clazómenas,
Eritras, Colofón, Samos y Mileto, que eran las más célebres.
Intereses comunes hicieron que las doce ciudades jónicas más
importantes formaran una confederación, dentro de la cual cada
ciudad permaneció autónoma. Varias ciudades, tales como Mileto y
Focea, se convirtieron en importantes centros comerciales y
enviaron, incluso, colonos hacia el oeste hasta la península
Ibérica, así como hacia el norte hasta el mar Negro.
En los siglos VII y VI a.n.e.
Jonia realizó importantes contribuciones al arte y la literatura
griegos, y en particular al pensamiento, hasta el punto de que la
escuela jónica es considerada la cuna de la filosofía y la ciencia
occidental y base de la cultura europea occidental junto con la
cultura romana y el movimiento de la ilustración francesa del siglo
XVIII, lo cual ha sido incluso consignado en la introducción de la
actual Constitución de la Unión Europea, desconociendo, en caso
contrario, incluir el cristianismo como presiona todavía para que se
haga el Vaticano y los países aliados suyos, porque, como la
exégesis histórica ha demostrado, el cristianismo es un invento
sincrético que carece de originalidad propia.
Los jonios tenían varias ventajas
para ser los protagonistas de esta hazaña de la humanidad.
Esta gran revolución del
pensamiento humano de la que estamos hablando, se inició entre los
años 600 y 400 a.n.e. La clave de esta revolución fue, de nuevo, la
mano, como la mano fue la clave de la transformación del homínido en
ser humano. Ustedes deben saber que los brillantes pensadores jonios
eran hijos de marineros, de campesinos y tejedores. Estaban
acostumbrados a escarbar, a buscar, a reparar, a escudriñar, a
ensuciarse las manos para resolver los asuntos prácticos que se
presentaban en medio del ejercicio de las labores a las que se
dedicaban sus padres, al contrario de los sacerdotes y de los
escribas de otras civilizaciones, quienes, criados en el lujo, no
estaban dispuestos a ensuciarse las manos. Ensuciarse las manos,
hacer alguna labor manual, trabajar, era una vergüenza en el régimen
esclavista para los ciudadanos que no eran esclavos, porque esto era
propio de la faena del esclavo y sería rebajarse a su condición, por
lo que posteriormente también pasaría a serlo para los griegos y los
romanos. Continuará. |