|
26-04-06 Luz+Luz
La negación de Pedro
y el agnóstico
Hay un mito o fábula cristiana que todos
conocemos, porque el cristianismo con todos sus mitos,
supersticiones y oscurantismo le fue impuesto, primero, a las etnias
indígenas que eran los pobladores primigenios de toda América,
quienes, por su parte, tenían los mitos suyos propios, los
correspondientes al estadio de civilización alcanzado por estos
pueblos hasta el momento en que, de manera abrupta, fuera
interrumpido este desarrollo con la llegada de las hordas invasoras
europeas a este continente; e impuesto, después también, al criollo
y al negro, este último traído por los europeos desde el África a
América como esclavo.
Impuesto este cristianismo, a unos y otros, a
sangre y fuego, como sustento ideológico de la explotación y
expoliación colonial esclavista llevada a cabo por los países
europeos, en particular España, Francia e Inglaterra a partir del
siglo XV de nuestra era, saqueo y genocidio que se perpetró, por
eso, a nombre de la evangelización y cristianización de estas
tierras desconocidas hasta entonces por los europeos por lo que
ellos le llamaron “el nuevo mundo”.
La imposición ésta del cristianismo, cinco
siglos después, se mantiene todavía hoy, porque una característica
sobresaliente del cristianismo es el saber adaptarse a las diversas
condiciones para, a pesar de los cambios inevitables que el
desarrollo indetenible de las fuerzas productivas produce en las
formas de explotación del trabajo humano, y continuar siendo, y por
tanto gozando de las ventajas que esto le proporciona, el sustento
ideológico de la explotación del hombre por el hombre; por eso, hoy,
las iglesias cristianas, sean la Católica o las protestantes, son
las defensoras número uno del régimen capitalista, en particular de
esta fase imperiocapitalista, y sobre todo en su forma neoliberal,
poniendo también a la disposición de la explotación, saqueo y
expoliación de los pueblos por parte de las potencias
imperiocapitalsitas, como los EEUU, la Unión Europea, y Canadá, en
nuestro caso, con el afán de los consorcios monopolistas de estos
países imperiocapitalistas de imponer la fusión de República
Dominicana y Haití para multiplicar los beneficios de la
superexplotación a que someten a estas dos naciones, poner a su
disposición, repetimos, su vasto aparato eclesiástico y sus enormes
recursos propagandísticos, sobre todo la Iglesia Católica que es una
organización homogénea, centralizada y dirigida por un centro
mundial como lo es el Vaticano.
Llegando el cristianismo hasta nosotros de
manera tan coercitiva y violenta, desde hace tantos siglos y desde
que uno nace, aunque no quisiéramos o no fuéramos cristianos, todos
conocemos la mayoría de las fábulas cristianas. Aquella a la que hoy
vamos hacer referencia es sobre Pedro, Simón Pedro, descrito como un
mesianista judío de los fanáticos de la Ley, de la Thora, que eran
aquellos judíos de la antigüedad, que sometidos por el imperio
romano, aspiraban liberar a su pueblo e instaurar en Israel una
teocracia en la que no había más rey que dios, conocidos estos
fanáticos por los nombres de celotes o sicarios. Simón Pedro,
llamado él, en particular, el celote, el sicario o también Simón
Ishkarioth, el matador (ver Lucas, 6, 15, y hechos, 1, 13); por
cierto que Ishkarioth suena como Iscariote, como se le conoce a
Judas el que traicionara a su maestro vendiéndolo por unas cuantas
monedas, Judas el Iscariote, Judas el matador, que por cierto,
también, era hijo de este Simón Pedro o Simón Ishkarioth; pues bien,
dice la leyenda que era tan celoso este Simón Pedro o Simón
Ishkarioth, Simón el matador, cuidando, defendiendo y vigilando los
bienes de las comunidades cristianas que lideraba, que él mismo
fulminó de un solo tajo con su sica o daga curva, de donde le viene
el nombre de sicarios, a Ananias y su mujer Safira, respectivamente,
por éstos haber vendido una propiedad suya, entregando a la
comunidad cristiana a la que pertenecían sólo una parte, un diezmo,
pero no la totalidad.
Y ahora que decimos esto se nos ocurre pensar,
que quizá por estos hábitos y formas truculentas y salvajes de
Pedro, violento y criminal además de ladrón, es que el mito lo
identifica como la piedra, la base, sobre la que se levantaría la
Iglesia cristiana. Sea así o no, los hechos históricos atestiguan
que esta Iglesia cristiana en todas sus formas, Católica o
protestantes, ha sido sobre la violencia, el crimen y el despojo que
se ha impuesto hasta nuestros días. Claro que los monjes copistas
fueron haciendo los arreglos, adulteraciones, falsificaciones y
traspolaciones de lugar, hasta lograr eximir de culpa al que hoy se
reconoce como el primer Papa católico, cuando en realidad lo fue
Calixto, y como un santo, y atribuyéndole al espíritu santo el haber
fulminado a Ananias y a Safira.
La Iglesia cristiana católica, en particular,
que son los cristianos más aventajados en estas prácticas de
violencia, crimen y despojos, ha sido sobre la tradición de Pedro,
la piedra, “sobre esta piedra edificaré mi iglesia” (Mateo 16,
18-20) ha erigido y justificado su papado, que es una forma
monarquía, como tal absolutista y despótica, que tiene carácter
vitalicio, que es la manera como sus prelados dirigen esta iglesia.
De ahí que la leyenda de la muerte de Simón Pedro en Roma no
apareciera ni tomara cuerpo, sino hasta principios del siglo III de
nuestra era, cuando el obispo de Roma, comienza a considerarse él
mismo por encima de los demás obispos, y todavía a principios del
siglo IV la noción sobre el Papa o el Sumo Pontífice no existía. E
incluso, todavía, los cristianos católicos aseguran que los restos
de Pedro fueron encontrados en Roma, y los exhiben en una capilla,
la que anualmente es visitada por muchísimos creyentes y turistas,
por concepto de lo cual el Vaticano recibe muchísimos dólares,
cuando el personaje histórico que podría encarnar esta figura mítica
llamada san Pedro por los católicos nunca pisó Roma, de acuerdo con
la exégesis histórica, siendo crucificado cabeza a bajo en Jerusalén
junto con Santiago su hermano, bajo el procurado de Tiberio
Alejandro en el año 47 de nuestra era, en Palestina, Judea,
crucifixiones que formaron parte de la campaña de exterminio llevada
a cabo por Pablo de Tarso, quien era ciudadano romano y no judío, y
cuya meta era infiltrarse en el movimiento celote que si era judío,
lo cual lograría dándole el nombre de cristianismo, no sin antes
acabar con todos los dirigentes del movimiento original judaico
mesianista, como parte de su labor, la de Pablo, a favor del Imperio
Romano esclavista al que respondía, y estos dos, Pedro y Santiago,
eran los últimos que quedaban de los que habían sido compañeros de
Jesús el Gaulanita, jefe de la insurrección fallida del 33 al 36 de
la era actual.
Debe tomarse en cuenta que entre los judíos de
la Palestina (es decir, no los de la diáspora, que son los judíos
dispersos en el resto del mundo antiguo) el Mesías revestía dos
formas: la de los fariseos y los saduceos, pero que tenían en común
que para ambos ante todo se trataba de un héroe nacional, un ungido,
un rey de la rama de David que restablecería el trono de Israel
(Lucas 24, 21) y la forma de las capas inferiores, entre la que
destaca la de los celotes, tribu judía cuya espera se impregnaba de
esperanzas sociales, y quienes a la vez que enfrentaban a fariseos y
saduceos, dirigieron todas las rebeliones de resistencia a los
romanos hasta que Jerusalén fue arrasada por el emperador Tito en el
año 73 de nuestra era (ver Isaías).
Ese Pedro, a pesar de ser la piedra sobre la que
se levantaría la Iglesia cristiana, agresivo por naturaleza, que no
reparaba ante nada ni ante nadie, es el mismo al que se le atribuye
haber negado tres veces a su maestro (Mateo 26 69-75), al que ellos
los cristianos llaman el hijo de dios, cuando los soldados romanos
lo atraparon en el momento en que celebraba junto a sus seguidores,
en el lugar llamado Getsemaní, uno de los rituales judíos propio
para los iniciados en los que se consume alucinógenos de varios
tipos. (Marcos 14 32-51).
Esta fábula cristiana sobre aquel que niega o se
avergüenza por temor y se desdice de lo que es o ha sido su práctica
y las ideas, creencias o principios que sostiene o ha sostenido,
mejor que cualquier otra, nos permite entender de manera casi
exacta, todos los casos en que se
quebranta la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener, y uno
de esos casos es el del agnóstico, porque el agnóstico en
nuestro tiempo es aquel materialista, que como Pedro, teme o se
avergüenza de serlo, y siendo materialista, reniega del materialismo
dialéctico que es el materialismo científico, son esos que siendo
materialistas al explicar los fenómenos de la naturaleza incluyendo,
por supuesto, la vida humana, se niegan a aceptar la explicación de
los fenómenos sociales a través de la explicación materialista.
Marx, Engels y posteriormente Lenin demostraron
que el materialismo solo puede ser científico si se hace dialéctico,
a la vez que la dialéctica solo puede ser auténticamente científica
si se hace materialista. Con el surgimiento del materialismo
dialéctico se culmina el proceso histórico que llevó a la filosofía
a separase de la ciencia en general, y este aporte de cerrar este
ciclo uniendo de nuevo ciencia y filosofía, lo hicieron Marx, Engels
y Lenin basándose en los revolucionarios avances de las ciencias
naturales de la época contemporánea y en toda la experiencia
histórica de la humanidad. Por eso dice Engels al describir al
agnóstico: “¿qué es pues el agnóstico sino un materialista
vergonzante?”.
Siempre debemos tener presente: el materialista
es el que sabe reconocer como explicación del mundo la materia como
elemento primordial, los hechos y las evidencias comprobados y
comprobables como la cosa primera cuando se trata de la causa u
origen de lo que existe y los fenómenos que se producen en la
naturaleza así como en la sociedad humana, que es parte de la
naturaleza; y que la idea, el pensamiento y el razonamiento que
producimos en nuestro cerebro son consecuencias de la materia y sus
fenómenos, y no que este pensamiento, idea o razonamiento es lo que
le ha dado origen a las cosas y fenómenos, a la materia.
En la medida en que ha progresado la ciencia, es
imposible que en el campo de las ciencias naturales pueda
practicarse ciencia de verdad y no ser materialista dialéctico, que
es el materialismo científico. Es la ciencia la que nos da la prueba
de que la materia existe en el tiempo y en el espacio y al mismo
tiempo de que la materia está en movimiento, por tanto, para hacer
avanzar la ciencia, hay que trabajar en la materia, hay que probar y
experimentar, no hay otro modo de hacer ciencia en el campo de la
naturaleza, sino es sobre la base del materialismo dialéctico.
Pero como el agnóstico no reconoce el
materialismo dialéctico en la explicación de los fenómenos sociales,
en este campo actúa como un idealista, y atribuye al gran
pensamiento de los lideres los fenómenos sociales, y por tanto en
última instancia hasta a la providencia divina, sino al destino; no,
como sucede en verdad, que los acontecimientos históricos de la
sociedad humana son la consecuencia, en última instancia, de las
relaciones sociales que los hombres establecen para producir o
recoger lo que necesitan para su subsistencia. Por eso Lenin decía:
“si rascas al agnóstico”, -o sea, si lo frotas ligeramente aunque
sea y le quitas así alguna parte superficial, “vas ha encontrar al
idealista” y el idealista no es más que una prolongación, revestida
de forma científica, de las fantásticas formas mitológicas y
religiosas.
El idealismo en oposición al materialismo
aparece siempre como concepción del mundo de las capas y clases
explotadoras a quienes no les conviene que se vea con fidelidad la
realidad social que evidencia que son ellas las responsables de
todas las penurias sociales y que las transformaciones y conquistas
humanas son productos sociales, del esfuerzo de las masas, no de
individualidades aisladas, por muy inteligentes y talentosas que
sean.
Por eso, tenemos el caso, de que el sabio
burgués en sus estudios y experimentos siempre es materialista. Pero
la mayoría de ellos, por no decir todos, no se atreven a llamarse
materialistas, como los empiristas ingleses del siglo XVII sus
precursores. estos sabios burgueses son los agnósticos de hoy,
palabra que viene del griego “a” negación y “gnóstico”, capaz de
conocer, así pues, incapaz de conocer, pues ellos sostienen que se
puede conocer la apariencia de las cosas pero nunca la realidad,
estos son los que plantean que dejen la biología a la ciencia y el
alma a la religión. Son materialistas en su laboratorio, pero fuera
de su trabajo son idealistas y creyentes religiosos. Son sabios, y
sin embargo, sin ninguna prueba creen en cosas imposibles y falsas.
Estos no han sabido o no han querido poner en orden sus ideas y
aplicar a ellas el mismo método científico materialita dialéctico
que aplican en el laboratorio.
El materialista consecuente, por el contrario,
aplica la fórmula en la que se basa su filosofía en todas partes y
en todos los casos, como lo hicieron Marx y Engels. Estos aplicaron
el materialismo dialéctico a la vida social de la humanidad y es así
como descubren el materialismo histórico, señalando Marx, a quien
cabe el honor de haberlo hecho, el camino del estudio científico de
la historia, como un proceso único sujeto a leyes propias en toda su
inmensa diversidad y carácter contradictorio.
Fue el propio Engels quien afirmó que “Así como
Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica,
Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el
hecho, tan sencillo, pero oculto bajo la maleza ideológica, de que
el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y
vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión,
etc.; que, por tanto, la producción de los medios de vida
inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase
económica de desarrollo de un pueblo o una época es la base a partir
de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las
concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas
religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto,
explicarse, y no al revés, como hasta entonces se había venido
haciendo.”
|