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22-06-07 Luz+Luz
Manifiesto del ciudadano Andrés
Lorenzo Medrano al pueblo dominicano
Leer el manifiesto del ciudadano
Andrés Lorenzo Medrano al pueblo dominicano, manifiesto del año
1820, puede resultar aleccionador, pues se trata de una prueba
documental auténtica (no apócrifa como las que acostumbra a fabricar
el cristianismo y sus iglesias, tarea ésa de la falsificación en la
que la Iglesia Católica y su Vaticano tienen una vasta experiencia,
eso nadie se lo puede regatear), que le permite a uno darse cuenta,
aun sin ser historiador ni cosa por el estilo, de cómo esta Iglesia
Católica ha entretejido, en lo que concierne a la historia
dominicana, todo un entramado, de tal forma y manera, que lo que se
enseña como historia dominicana no es tal, sino una interpretación
trastocada, tergiversada, manipulada y, en muchas ocasiones, falsa,
de los hechos históricos; con el fin de usar, como lo hacen, esta
historia retorcida y tergiversada como tendenciosamente interesada;
que es en lo que han convertido lo que se nos sirve como la historia
dominicana, para mantener y justificar el subyugamiento sobre el
Estado, la sociedad y la nación dominicanos que sostienen su
parasitismo vividor, el de la Iglesia Católica-Vaticano.
Pero dicho documento puede
resultar aleccionador también, porque, además de ser en sí mismo un
elocuentísimo ejemplo de toda la mentira y la falsedad contenida en
la interpretación trastocada y manipulada que se nos ha impuesto
como historia dominicana, demuestra, al mismo tiempo, que la Iglesia
Católica, en particular en este país, dispone a su antojo del manejo
de las formas ideológicas de las clases explotadoras y de sus
sirvientes procedentes de otros estamentos sociales. Entiéndase,
cuando decimos formas ideológicas: la política, la moral, el
derecho, las ideas religiosas, artísticas, etc., y hoy por hoy, es
el autocratismo reaccionario, retrógrado, oscurantista y
supersticioso cristiano-católico-Vaticano, el que narigonea a los
llamados intelectuales, historiadores, políticos, artistas,
juristas, periodistas, etc. de este país, República Dominicana; una
vez que también se ha impuesto en todas las instancias estatales y
sus funcionarios, incluidas la judicatura, las cámaras legislativas
y los aparatos coercitivos del Estado como las Fuerzas Armadas y la
Policía Nacional, lo que a su vez, se le impone a la población
dominicana en general. Y esto se ha dimensionado así, gracias al
Concordato firmado en nombre del Estado dominicano por el dictador
Trujillo, en 1954, y los apéndices de ese Concordato, el Vicariato
Castrense y el Patronato Nacional San Rafael, firmados en 1958.
Pero antes de proseguir, hagamos
un paréntesis aquí para precisar lo siguiente. Por un lado, que no
nos referimos a todos los intelectuales, historiadores, políticos,
artistas, juristas, periodistas, etc. dominicanos, cuando
calificamos de “llamados”, entre comillas, intelectuales a esa fauna
de sabandijas cuya mediocridad y pusilanimidad no soportan la luz de
la ciencia, el conocimiento y la verdad, y que prefieren ser
rémoras, el pez ése que nada debajo del tiburón y que se alimenta de
los desperdicios que éste deja caer de sus víctimas. En este caso,
rémoras de esa mancuerna de subyugamiento que forman la Iglesia
Católica-Vaticano y el imperio-capitalismo, sistema de explotación
encarnado, tanto en el imperio-capitalismo norteamericano como en el
de la Unión Europea, cuyos monopolios internacionales representan el
capital financiero internacional que saquea, explota, expolia y
oprime a los pueblos y naciones del mundo. Y el papel de esta fauna
de sabandijas mercenarias es favorecer la castración de toda
iniciativa espiritual individual y colectiva, dando paso al
oscurantismo y supersticiones clericales y obstaculizando la
difusión, aplicación y desarrollo de la ciencia, tanto en el campo
de las ciencias naturales como sociales, así como la adquisición del
conocimiento de manera transparente e idónea, metas tan propias del
cristianismo y la Iglesia Católica, y servirle, de esta manera, a la
explotación imperio-capitalista.
Por el otro lado, precisemos
también, porque quizás resulte sorprendente y hasta impactante que
los asuntos concernientes a la historia dominicana los abordemos de
esta manera, e incluso se podría llegar a pensar que esta forma de
evaluar la historia y la cultura no es la apropiada. Pero resulta
que llegar a tales conclusiones es partir de una visión
distorsionada y unilateral sobre lo que es la historia y la cultura,
que nosotros mismos somos los primeros en reconocer que, así como se
nos impone como historia dominicana un invento manipulado y
tergiversado de los reales acontecimientos históricos. Se nos
imponen también visiones distorsionadas y anticientíficas sobre la
cultura, la política, la medicina, la educación y un sinfín de
aspectos; imposición que se hace, puede decirse, de manera violenta,
porque, si usted cuestiona, o bien, sostiene y defiende el punto de
vista científico, el dato real, y rechaza el engaño y la
tergiversación, lo hostigan, lo señalan como si fuera un espécimen
raro o enfermo contagioso, cuya influencia puede resultar
perjudicial, tratan de aislarlo y hasta de sobornarlo.
Si usted se ha impactado, nos
alegramos, pues no perseguimos que esté de acuerdo con nosotros,
sino que, al leernos, se decida a adquirir los conocimientos con
ojos transparentes y, por lo general, sólo el estremecimiento que
produce un impacto es capaz de agrietar y hasta llegar a romper el
velo de prejuicios, de engaños, autoengaños y mentiras que nos
inyectan desde que nacemos a través de la familia, la escuela, la
prensa, las universidades; para obligarnos a ver el mundo nublado,
impreciso, tal como lo ve un borracho, que todo lo que tiene por
delante lo aprecia como bultos que parece que en cualquier momento
le pueden caer arriba y aplastarlo. Y es con ese mismo miedo que se
pretende mantenernos esclavizados ante las fuerzas del oscurantismo,
de la tradición, así como del imperio-capitalismo, que es el sistema
económico social hegemónico en el mundo en que nos ha tocado vivir,
por ejemplo.
Los datos e informaciones, los
hechos, están ahí, pero, si no nos despojamos de ese velo, si no los
miramos con mirada transparente, aunque estén ahí no los vemos. En
otras palabras, es una exhortación a que usted no se conforme con lo
primero que le dicen. Insista en buscar las fuentes originales de
eso que le dicen, y confronte la información con los hechos, como
única manera de asegurarse que es verdad, tal y como la ciencia nos
lo pauta. Esto es llegar al conocimiento y a la verdad con ojos
transparentes.
La Constitución
europea y el cristianismo paradigma de la anticultura
Y, en tal sentido, lo primero es
decirles que el cristianismo, como religión, y la Iglesia
Católica-Vaticano, contrario a lo que se nos ha dicho, constituyen
el ejemplo por excelencia de la anticultura. Y esto no se trata de
que lo digamos nosotros. ¿Se ha preguntado usted por qué, en la
Constitución europea, en su introducción, se reconocen como
precursores de la cultura europea al paganismo griego, al paganismo
romano y al racionalismo de la Ilustración del siglo XVIII, pero no
al cristianismo, ni a su Iglesia Católica? La verdad es que el
cristianismo y la Iglesia Católica ni siquiera tienen ortodoxia
propia, original, y su historia de dos mil años no ha sido otra cosa
que la historia criminal de usurpar al paganismo, a los judíos, al
budismo, a las culturas indígenas de América, y a todo el mundo sus
iniciativas culturales y después, pasar exterminarlos hasta no dejar
rastro alguno de sus víctimas, si le es posible.
La fábula del
padre Las Casas
Presentar la historia de manera
tergiversada como tendenciosamente interesada es parte de la labor
anticultural de la Iglesia Católica. Por ejemplo, si se menciona el
nombre del padre Las Casas, cualquiera con un nivel medio de
instrucción, de inmediato le llega a su mente la idea: ¡ah!, ése fue
el protector de los indios en América. Así es como la Iglesia
Católica lo pinta, como nos lo enseñan en la escuela y hasta en
universidades como la Autónoma de Santo Domingo, demostrando hasta
qué punto ha sido esta universidad cualquerizada, como prostituta
que vende sus favores. Pero, ¿fue realmente el padre Las Casas un
cura defensor de los indios y adalid en contra de la esclavitud,
cumpliendo los preceptos cristianos y católicos de practicar la
caridad? Pues, la verdad es que no hay cosa más alejada de la
realidad que ésta. Esto no es más que una fábula, los datos
históricos avalan otra cosa muy distinta. Bartolomé de Las Casas fue
un cura encomendero-esclavista, esclavista como lo ha sido siempre
el cristianismo y la Iglesia Católica, radicado en la zona de Higüey.
Las Casas, incluso fue uno de los encomenderos esclavistas que
disponía en la isla La Española de más indios para explotar, y es a
quien se le ocurre la “genial” idea de la introducción de negros
africanos, en la condición de esclavos y no de otra cosa; no para
proteger a los indígenas, sino para explotar aún más a los negros y
sustituir con ellos a los indios, porque éstos morían en masa, no
resistían la despiadada explotación esclavista de que eran objeto; y
esta circunstancia estaba mermando de manera importante la mano de
obra esclava a explotar, y los negros, en cambio, eran más
resistentes que los indígenas cuya violenta reducción estaba
acarreando consigo la reducción notable de la productividad tanto en
la fabricación de azúcar como en la extracción de oro. En esto fue
que consistió, como tal, la caridad cristiana de Las Casas. Esta es
la verdad y no el cuento que se nos ha presentado hasta ahora.
La historia real
de Martín Lutero
Así mismo, el cristianismo
presenta a Martín Lutero como un monje cristiano católico, quien
horrorizado ante la depravación del papado católico, decidió romper
con el papado y fundar una iglesia que fue llamada protestante y de
donde provienen todas las iglesias cristianas no católicas o
evangélicas; decisión que tomó luego se publicara una tal bula papal
donde se presentaba una tarifa de los precios de los perdones o
indulgencias que el Papa otorgaría a cambio de dinero, y no hay
delito ni crimen, por horrible que sea, que no esté contemplado allí
en dicha bula, en la Taxa Camarae, y que, a cambio de dinero, no
pudiera ser perdonado, claro, que, a mayor delito, mayor precio. La
Taxa Camarae del papa León X con sus 35 acápites, la pueden
encontrar reproducida en este portal de Luz Más Luz.
Así se nos presenta el asunto. Sin
embargo, así no fue, éstas no fueron las reales razones del
rompimiento de Martín Lutero con el papado católico. Este Martín
Lutero era tan ambicioso como el más ambicioso de los papas, y tan
retrógrado y criminal como cualquiera de ellos. Y, como cualquier
papa católico, se vanagloriaba de sostener que ningún príncipe podía
ostentar el titulo de tal si no era capaz de “ensangrentar su espada
atravesándosela a los campesinos que se atrevieran a levantarse en
rebeldía.” Todo lo cual no es de extrañar, pues, al fin y al cabo,
era cristiano y su rompimiento con el papado no significó una
abjuración del cristianismo paulinista, pues lo que en realidad hizo
fue adaptar este reaccionario y oscurantista cristianismo paulinista,
siempre al servicio de los explotadores, a la nueva clase
explotadora que emergía, a la burguesía, retirándole el miasma
feudal para hacerlo asequible a ella. Esta sí es la verdad histórica
al respecto.
Sincretismo Juan Pablo Duarte montado
por monseñor Meriño
De tal modo, la manipulación de la
historia dominicana por parte de la Iglesia Católica no es una
excepción, aunque guarde ciertas particularidades. Por ejemplo, se
nos repite y se nos repite, que el pueblo dominicano era indiferente
a la lucha por la libertad, los derechos, el progreso, en contra de
la esclavitud, hasta por la independencia. Que fue Juan Pablo Duarte
quien de Europa trajo por primera vez las ideas de libertad,
democracia e independencia, ideas desconocidas entre los
dominicanos, según esta fábula; por lo que la tarea de este santo
varón, pues el sincretismo que se difunde como Duarte se asemeja más
a un santo católico que a un revolucionario nacionalista, hijo de
padres españoles, catalanes en particular, se nos describe poseedor
de un pensamiento fiel a la tradición católica, e inspirado por el
espíritu santo, según el supuesto juramento de la llamada Sociedad
La Trinitaria que fundara como vehículo para difundir esas ideas
desconocidas hasta ese momento y hacerlas prender en el seno de la
población; lo cual fue un acto titánico, casi unipersonal, ya que se
trataba de una población indiferente y abúlica, siempre según esta
fábula. Y aunque nunca estuvo presente en las situaciones decisivas,
de acuerdo a la evidencia histórica, se le ha proclamado “Padre de
la Patria”, porque la Patria dominicana es un engendro de él, como
si la nación y la nacionalidad fueran la consecuencia de un acto
creacionista como el que se le atribuye al ser imaginario llamado
dios con relación al genero humano, cuando, en realidad, la nación y
la nacionalidad son el resultado de todo un proceso de evolución y
revolución social como el Homo sapiens lo es de una evolución y
revolución biológica.
¡Y tamaño atraco histórico que es
éste! Porque lo cierto es
que el pueblo
dominicano, nunca ha dejado de luchar y resistir, es más, es por eso
y no por otra cosa, que aún existe, a pesar de que sus enemigos no
han sido pocos, y muy poderosos. Y es aquí donde el manifiesto del
ciudadano Andrés Lorenzo
Medrano resulta aleccionador, documento que si se desea conocer en
su totalidad puede encontrar en la Secretaría de Relaciones
Exteriores, formando parte de los documentos históricos procedentes
del Archivo de Indias de España.
Este manifiesto lo elaboró el
ciudadano Andrés Lorenzo Medrano a propósito de las elecciones
parroquiales (especie de municipios) que se celebraron en Santo
Domingo, como capital de la entonces colonia española, los días 11 y
18 de junio de ese año de 1820, por ordenamiento constitucional, una
vez había sido puesta en vigencia de nuevo la Constitución de Cádiz
en todo el territorio español y sus colonias, al darse inicio al
llamado Trienio Liberal, período constitucional que apenas duró
hasta 1822 cuando de nuevo se regresó a la política absolutista y
clerical inquisitorial de la Iglesia Católica en España,
desconociéndose de nuevo la Constitución de Cádiz. Hasta entonces
los puestos de regidores en el cabildo eran ocupados por clérigos,
nobles y militares, abriéndose la oportunidad en estas elecciones de
que todo el que fuera ciudadano pudiera ser electo para ocupar tales
puestos, lo que abrió un abanico de oportunidades para que hasta los
artesanos que vivían de sus oficios, actividades consideradas por el
parasitismo feudal como bajas, propias de plebeyos, pudieran ocupar
los puestos de regidores en el cabildo.
El manifiesto comienza diciendo:
“No habiendo nacido el hombre para sí mismo sino para la sociedad a
quien pertenece por las relaciones que establece en ella, es su
deber unirse al fomento de cualquier modo que le sea útil”. Entre
los modos en que se le puede ser útil a la sociedad, dice el
ciudadano Lorenzo Medrano, obsérvese bien, en 1820, 13 años antes de
regresar Duarte de su viaje a Europa y cuando éste apenas contaba
con siete años, “ninguno es más adecuado que el expresar los
pensamientos sin coartaciones represivas”.
“Los magnates que habrían erigido
su engrandecimiento sobre la ruina de sus semejantes, en nada más se
han esmerado que en condenar perpetuamente la libertad de imprenta,
enervando el espíritu de los doctos, esterilizando el germen de la
Ilustración y sofocando la luz, que de tiempo en tiempo, aparecía en
la opacidad. Condenar perpetuamente la libertad de imprenta era
preciso para mantener su vigor, y esto para acrecentar la ignorancia
en vez de destruirla, incrementar los errores en vez de labrar el
desengaño y obstruir con actividad la difusión de ideas que conducen
a la verdadera gloria”.
Préstese atención al hecho de que
apenas se lee el primer párrafo de este manifiesto y se puede
percibir que responde al espíritu de la Ilustración, que rechaza el
clericalismo trasnochado. No hay nada de invocaciones supersticiosas
“en nombre de la santísima, augustísima trinidad de dios…”, como,
por ejemplo se inicia el supuesto juramento de la sociedad La
Trinitaria fundada por Duarte, sobre cuya autenticidad, por cierto,
hay grandes dudas, pues las evidencias históricas apuntan a que fue
un invento apócrifo del llamado Monseñor Meriño, a quien se atribuye
la autoría de muchas otras charlatanerías por el estilo.
Todo lo contrario, el manifiesto
se inicia proclamando el derecho de la libertad de expresión y
difusión de las ideas y pensamientos que involucra la libertad de
imprenta o de prensa, como una de las formas más idóneas del
ciudadano servir a la sociedad, conteste con la Primera Enmienda de
la Constitución norteamericana de 1791 introducida en ella por los
Iluministas norteamericanos y con la Constitución de Cádiz de 1812,
que aunque no fue un acto revolucionario, reconocía también la
libertad de imprenta, en tanto la Iglesia Católica y la reacción
europea, como se denuncia en el Manifiesto, insistía en oponerse a
la libre expresión de las ideas y la libertad de prensa, posición
que años más tarde sería oficializada por el papa Gregorio XVI en
nombre de la Iglesia Católica, el papado y la reacción europea, con
su encíclica, de 1832, Mirari vos, proclamándose en contra de la
libertad de prensa, de conciencia y culto, y contra la separación de
la Iglesia y el Estado.
Sin duda alguna, este Manifiesto
de Lorenzo Medrano es una demostración que contradice
categóricamente toda la historiografía que se nos pasa de
contrabando como historia real sobre la proclamación de la
Independencia de 1844 y sus antecedentes. |