Historia de la Evolución Biológica y
Sociológica del Hombre
Basada en el libro “Cómo el Hombre se Hizo Gigante” de Illin
y Segal
II
¿Puede un chimpancé transformarse en Hombre?
Pocas disciplinas científicas provocan debates tan intensos como el
de la búsqueda de los antepasados del Hombre. Creencias religiosas y
prejuicios chocan con evidencias materiales aportadas por los
paleoantropólogos, que son los estudiosos de los fósiles del género
humano, y rechazan las interpretaciones de los científicos que han
demostrado que la evolución es un hecho de la vida.
Las discusiones respecto a cómo sucedió este largo proceso de
evolución de criaturas simiescas a seres humanos siempre parten de
las siguientes interrogantes:
¿Puede un mono, un chimpancé en particular, que guarda grandes
semejanzas con el Hombre y es el mono actual más inteligente,
transformarse en Hombre?
¿Sería posible enseñar a un chimpancé a caminar, a hablar, a pensar
y a trabajar como un Hombre? En su ameno libro titulado “Cómo el
Hombre se Hizo Gigante”, Illín da respuesta de manera sencilla y
precisa a estas preguntas.
“Enseñar a un chimpancé a caminar, a hablar, a pensar y a trabajar
como un Hombre ese fue el sueño de Durov, un famoso amaestrador de
animales. No fue poco el trabajo que se tomó en educar a Mimus, su
chimpancé favorito. Mimus resultó un discípulo muy inteligente:
aprendió a usar la cuchara, a ponerse al cuello la servilleta, a
sentarse a la mesa y a tomar la sopa sin echarla sobre el mantel.
Hasta aprendió o deslizarse por una colina en un trineo.
Pero, a pesar de todo, no se convirtió en Hombre.
¿Por qué? Es fácil comprenderlo.
El chimpancé no esta formado como el ser humano. Tiene las manos
diferentes, la lengua diferente, los pies y las piernas diferentes,
lo mismo que el cerebro. Vamos a estudiar por dentro la boca de un
chimpancé…. ¡pero con cuidado! Los chimpancés muerden con mucha
fuerza. Veamos: aquí no hay mucho espacio para que la lengua se
mueva y, para colmo, este pequeño espacio está cercado por unos
dientes grandísimos.
Si la lengua no tiene casi donde moverse, ¿cómo podremos enseñar a
hablar al chimpancé? Cuando hablamos, nuestra lengua hace
complicados ejercicios; se pega al paladar, retrocede, se adelanta.
Todos esos ejercicios requieren espacio. Y la boca del chimpancé
tiene muy poco espacio libre. Tampoco podría el chimpancé trabajar
con las manos como el Hombre, porque sus manos son muy diferentes.
El pulgar de un chimpancé es más pequeño que un dedo meñique y no
está separado como el nuestro. El pulgar es el más útil de los
dedos, Es el capataz de esa brigada de cinco dedos que llamamos
mano. El pulgar puede trabajar en pareja con cualquiera de los otros
cuatro dedos y con todos ellos juntos. Por eso nuestra mano puede
manejar tan bien toda clase de instrumentos. Las manos del chimpancé
se parecen a nuestros pies, y sus pies se parecen a nuestras manos.
Cuando el chimpancé quiere arrancar alguna fruta de la rama, se
cuelga de ella con las manos y coge la fruta con los pies. Y cuando
camina por el suelo, se apoya en los dedos doblados de las manos. Es
decir usa a menudo los pies como manos y las manos como pies.
¿Cuánto podría trabajar un hombre si tratara de hacer con los pies
lo que hace con las manos, y con las manos lo que hace con los pies?
Hay todavía algo más importante que la gran diferencia de la lengua,
de los pies y de las manos, y que los amaestradores olvidan cuando
tratan de convertir a los chimpancés en hombres: el cerebro.
La superficie del cerebro no es lisa. Tiene pliegues y arrugas. El
cerebro del chimpancé es mucho más pequeño y tiene menos
circunvoluciones que el del Hombre. El cerebro humano se ha
desarrollado, el del chimpancé no. Por eso el chimpancé no puede
pensar como el hombre, ni es posible enseñarle a pensar en la forma
que el Hombre lo hace. Tiene que seguir pensando como chimpancé.
Fueron necesarios cientos de miles de años para que el mono se
convirtiera en Hombre.
Pávlov, que también estudió el cerebro humano por mucho tiempo,
observó con gran interés la conducta de una pareja de chimpancés a
las que se les llamó Rosa y Rafael. Dicen, que a veces pasaba horas
enteras estudiando lo que hacían los monos. Sin haber terminado una
cosa, ya se empeñaban en hacer otra. De pronto, viendo una pelota,
dejaba Rafael unos cubos cuadrados de madera y empezaba a jugar con
ella; pero un instante después le llamaba la atención una mosca que
andaba por el suelo. Ese desordenado trajín hizo exclamar al
científico, pensando en el cerebro de sus invitados de la selva:
-¡Es un caos, un caos!
Los movimientos sin orden ni concierto del chimpancé demuestran su
manera desordenada de pensar, tan diferente del trabajo concentrado
y ordenado del cerebro humano.
Eso no quiere decir que el chimpancé no sea inteligente. Entre los
monos, el chimpancé es el más inteligente. Se ha adaptado bien a su
medio, a su pequeño mundo de la selva, en el curso de millones de
años.
Pero si un chimpancé no puede transformarse en hombre, no puede
abandonar su selva, ¿cómo pudo hacerlo su pariente, el Hombre?”
Historia de la Evolución Biológica... 3
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