Ciencia

Historia de la Evolución Biológica y Sociológica del Hombre

 

Basada en el libro “Cómo el Hombre se Hizo Gigante” de Illin y Segal

 

V

¿Cómo trabaja el Hombre?

En su amena obra “Cómo el Hombre se Hizo Gigante”, Illin y Segal dicen:

“El fin del mundo ha sido anunciado a menudo.

Durante la Edad Media, cuando alguna vez aparecía un cometa de larga cola, la gente se persignaba y decía:

¡Se está acabando el mundo!

Cuando una epidemia, como la peste negra, asolaba las ciudades y llenaba los cementerios, la gente comentaba aterrorizado:

¡Es el fin del mundo!

En tiempos de hambre y de guerra, la gente supersticiosa repetía:

¡Es el fin del mundo!

Pero el mundo no se estaba acabando.

Hoy sabemos que los cometas no vienen a anunciar ningún futuro acontecimiento, sino que recorren su órbita alrededor del Sol, sin preocuparse de lo que piensen de ellos los supersticiosos habitantes de la Tierra.

Sabemos que el hambre y las epidemias, y hasta la guerra, no significan que el mundo este llegando a su fin, por grandes daños que ocasione. No hay que hacerse cruces ni lamentarse. Lo importante es hallar las causas de esas calamidades; porque si se, conocen sus causas, se puede luchar mejor contra ellas.

No solo la gente ignorante anuncia y teme el fin del mundo. Hay también hombres de ciencia que profetizan el fin del mundo y de la raza humana. Algunos de ellos, por ejemplo, aseguran que la humanidad desaparecerá por falta de calor. Hacen cálculos para apoyar su predicción. Las existencias mundiales de carbón están disminuyendo día por día, los bosques están siendo derribados y es probable que el petróleo no alcance para un siglo más. Cuando no quede combustible en el mundo, todas 1as máquinas de las fábricas tendrán que pararse, los trenes se detendrán, el fuego de las casas y las luces de las calles se apagarán. La mayoría de la gente morirá de frío y de hambre. Quienes logren sobrevivir se irán a las selvas, volverán a ser animales primitivos.

¡Nos pintan un cuadro que, de verdad, causa horror!

Y lo peor es que en realidad, no hay tanto combustible en el mundo, en comparación con la cantidad que encontró el hombre hace tiempo. Algún día se consumirá todo.

¿No será ese el fin del mundo?

¡No, no lo será! Porque el combustible no es la única fuente de calor y de energía que existe en el mundo, La principal fuente de energía es el Sol, Y no hay duda de que cuando se hayan agotado todas las existencias de combustible, la gente habrá aprendido a hacer que el Sol mueva 1os trenes, ilumine las casas y hasta cocine las comidas. Ya hoy se ensayan algunas plantas eléctricas experimentales que obtienen su energía del Sol, y ya han aparecido las primeras cocinas solares.

Pero la gente que tiene tanta prisa en enterrar al mundo, replica que el Sol también se enfriará algún día, que ya es menos caliente que algunas estrellas nuevas, que dentro de millones de años la temperatura del Sol llegará a ser tan baja que el mundo se volverá muy frío. Los grandes osos polares andarán por donde hoy crecen las palmeras. ¡Entonces si que la pasaran mallos humanos!

Seria en verdad terrible que hubiera otra Edad del Hielo. ¡Pero el hombre primitivo pudo sobrevivir a todas aquellas calamidades! ¿Por qué no habría de ser capaz de sobrevivir la gente del futuro, armada de una ciencia más avanzada aún que la actual?

Hasta podemos prever lo que hará para vencer al frío. Logrará que la energía atómica, la energía que se oculta en los átomos que forman la materia, venga en su ayuda. Y la energía atómica no se agotará. Lo único que se necesita es liberarla y aprender a hacer uso de ella. Ya el hombre ha empezado ha experimentar con ese nuevo tipo de energía.

Pero vamos a dejar el futuro, para volver a un tiempo, también lejano, pero del pasado: a la época del hombre primitivo. Veamos como fue el principio de un mundo.

 

Si el hombre no hubiera roto aquellas cadenas que lo ataban a su casa del bosque, el fin de su mundo de la selva habría sido también su fin. Pero el mundo no se estaba acabando realmente, sólo se estaba transformando. El mundo anterior estaba llegando a su fin y estaba naciendo un nuevo mundo. Para sobrevivir en el nuevo y cambiante mundo, el hombre tenía que cambiar también. ¡Tenía que convertirse en otra clase de criatura…y en el más breve plazo. Como sabemos, ya desde antes había aprendido a transformarse. Era el único de los animales del mundo que se había transformado por su propio esfuerzo. Pero los hombres llegaron a ser humanos, sólo porque vivían en comunidad, cazaban juntos y juntos hacían sus instrumentos. ¿Acaso habría sido el hombre lo que es, si hubiera estado solo? No fue un hombre, sino la comunidad de los hombres con su fuerza combinada, que aprendió a fabricar instrumentos, a cazar, a hacer fuego, a construir casas, a trabajar la tierra, a crear la cultura y la ciencia: a rehacer el mundo.

¿Cómo trabaja el hombre? No lo hace sin instrumentos, si no con un hacha, con una palo, con un martillo. Y por más que busquemos en un hormiguero, jamás encontraremos ni un " hacha ni una palo. Cuando una hormiga tiene que cortar algo emplea unas tijeras vivientes que lleva en su propia cabeza. Cuando quiere cavar un canal, usa cuatro palas vivas que ya trae preparadas, cuatro de sus seis patas. Cava la tierra con las dos delanteras, la echa a un lado con sus dos patas traseras, y las dos situadas en medio le sirven para apoyarse.

Hasta tiene depósitos vivos en su despensa. Existe una clase de hormigas que tiene sótanos llenos de barriles vivos. Bajo tierra en sus pequeños sótanos oscuros, cuelgan sus toneles en hileras. Allí están apretados, sin moverse. Todos son iguales. Pero he aquí que una hormiga entra en el sótano, y se acerca a un barrilito. le da unos suaves golpes con sus antenas y el pequeño barril comienzo o moverse.

Resulta que el barril tiene cabeza, cuerpo y patas. Ese tonelito es, en realidad, el hinchado vientrecito de un pulgón, que trajo la hormiga y que puso allí, colgando del techo. Por los dos tubitos que tiene el pulgón en la parte posterior del vientre, echó unas goticas de miel. La hormiga obrera que ha ido al sótano a refrescarse lame la miel y regresa a su trabajo. El pulgoncito barril se adormece de nuevo :y queda quieto entre los demás barrilitos vivientes.

Ese es el equipo «vivo” de las hormigas. Sus instrumentos y utensilios no son fabricados como los de los seres humanos. Son instrumentos y utensilios naturales.

Los instrumentos del castor son vivos también. No corta los árboles con un hacha, sino con sus dientes. Es decir, ni la hormiga ni el castor fabrican sus propios instrumentos: nacen con un equipo completo.

A primera vista, el nacer con instrumentos listos para el trabajo, podría parecer una ventaja; pero si se piensa un poco, se comprenderá que eso no es, en definitiva, tan bueno. No se puede reparar ni se puede perfeccionar un instrumento viviente.

El castor no puede llevar sus incisivos a un taller mecánico para que le afilen los que se le han vuelto romos con la edad. Y la hormiga no puede comprar en una tienda una patica nueva para cavar la tierra mejor y con más rapidez.

Por el contrario, supongamos que un hombre tuviera instrumentos vivientes, como los demás animales. en lugar de instrumentos hechos de madera, de hierro y de acero. No podría hacer nuevos instrumentos ni reparar los que estuviesen desgastados por el uso. Para cavar tendría que nacer con las manos en forma de palas.

Es una suposición disparatada, claro; pero vamos a suponer que existiera semejante monstruo. Sin duda sería un exce1ente cavador, aunque no podría enseñarle su habilidad a nadie, como tampoco puede una persona que tenga una vista muy buena pasarla a otra persona.

Tendría que llevar consigo a toda hora su pala-mano, que le serviría para hacer una sola clase de trabajo. Y cuando muriera, su pala-mano moriría con él.

Del único modo que este cavador nato podría dejar su pala a los demos seria por herencia, si algunos de sus hijos o nietos heredaran de él su pala-mano, como se hereda el color de la piel o la forma de la nariz.

Y esto no es lo peor. Los instrumentos vivientes se conservan y se transmiten por herencia, únicamente cuando son útiles al animal y no cuando le perjudican. Si la gente viviera bajo tierra, como los topos, seguramente le seria útil la pala- mano. Pero para una criatura que vive sobre la tierra, resulta un lujo semejante garra.

Se requieren muchas condiciones para crear un nuevo instrumento, siempre que sea viviente, natural, y no uno fabricado. Por suerte para nosotros, el hombre no esperó a que le nacieran palas en lugar de manos. Hizo una. Y no só1o una pala; hizo también un cuchillo, y un hacha, y muchísimos otros instrumentos.

A los veinte dedos yo los treinta y dos dientes que recibió de sus antepasados, el hombre añadió miles de dedos, colmillos, garras y puños, de todas clases y formas: largos y cortos, gruesos y delgados, agudos y romos: punzones, serruchos, martillos. Eso le dio tanta ventaja en su lucha con los otros animales que fue imposible que estos lo alcanzaran.

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